Cuando se pretende realizar un
biopic sobre uno de los más célebres e influyentes directores de la historia
del cine lo menos que se puede hacer es pretender que su historia esté a la
altura del personaje y que sea dirigida por alguien con unas capacidades
demostrables para acercarse al menos al perfil del artista. Cuando en 1992 Sir
Richard Attenbough acometió su biografía de Chaplin
indagó en los recovecos de la mente de ese personaje que para el gran público
no pasaba de ser un comediante con traje y bombín y bigotillo a lo Hitler, y
gracias además, al impresionante trabajo de Robert Downey Jr. la película
resultó un excelente ejercicio para acercarse a la personalidad del genial
actor y director. Más fácil lo tuvo un par de años más tarde Tim Burton para
descubrirnos a todos al que estaba considerado el peor director de la historia
del cine, Ed Wood, en otra brillante
recreación del Hollywood dorado y, Johnny Deep mediante, destripar una mente
enfermiza y torturada del que apenas sabíamos nada aparte de su espantosa
herencia fílmica. En el título que nos ocupa hoy, sin embargo, nada hay que
pueda compararse a esas dos obras geniales que he citado. Ni el director Sacha
Gervasi ni su actor protagonista, Anthony Hopkins, están a la altura de lo
esperado, siendo los principales culpables de una película que se prometía
interesante y termina flojeando más que un telefilm de sobremesa. Claro que eso
es lo más fácil cuando el director debuta en ente oficio, después de que lo más
destacado de su trayectoria en Hollywood sea el libreto de La Terminal, se Spielberg. Así, su dirección resulta plana y el
ritmo de la acción es lento y soporífero, dando la sensación de no saber en
ningún momento sacar partido del magnífico reparto que le han puesto entre
manos. Sobre Hopkins, no voy a dudar aquí de su capacidad interpretativa – ¿qué
duda cabe de que se trata de uno de los mejores actores que existen?-, pero o
bien no se llega a creer nunca el personaje o la abusiva cantidad de maquillaje
que le cubre el rosto le impide no ya interpretar con brillantes sino
simplemente gesticular lo más mínimo (posiblemente ni andar siquiera, ya que
apenas hay escenas de cuerpo entero del orondo director). Un maquillaje, por
cierto, que ronda la caricatura y que recuerda más a productos patrios como Muchachada Nui o el clásico Força Barça de Alfonso Arús que a una
superproducción de cine. Quizá el error haya sido buscar un gran actor y querer
convertirlo a la fuerza en un clon del británico Alfred, cuando lo mejor habría
sido o bien conformarse con que el parecido fuese mínimo a cambio de ganar
calidad interpretativa o restar esa calidad pero buscar a un actor menos de
mayor semejanza. Sea como sea, el resultado final es el mayor
desaprovechamiento de un gran artista que se pueda recordar.
Pero quizá el mayor responsable
de la decepción sea el guionista, John
J. McLaughlin, que a partir de un libro de Stephen Rebello pierde el rumbo al
enfrentarse a la vida de Hitchcock sin tener bien claro lo que quiere contar.
Una vez más estamos ante una película que podía haber tomado dos rumbos
diferentes, y que querer abogar por ambos a la vez hace que el resultado sea
pobre y simple. No estamos ante una biografía completa de Hitch, no nos
explican sus orígenes, sus motivaciones, su etapa británica o sus primeras
películas, pero tampoco es un estudio profundo y reflexivo de una etapa
concreta, centrándose más en una faceta de su vida que en el conjunto, como
trató de hacer con mayor fortuna Simon Curtis en Mi semana con Marilyn. La idea de centrarse más en el rodaje de Psicosis que en la vida de Alfred Hitchcock
podría haber resultado adecuada si al salir de la proyección hubiésemos descubierto
los secretos de dicho rodaje, pero tampoco es así, pues tras hora y media de
película lo único que sacamos en claro es la obsesión del director por sus
actrices (por amarlas y maltratarlas), sus desavenencias con una parte de la
productora que no creían en el proyecto y la influencia de Alma Reville en él.
Poca cosa para un personaje tan interesante y complicado, cuyas principales anécdotas
reflejadas en el film son tan populares que es difícil que el cinéfilo medio
descubra nada nuevo que le pueda sorprender.
Pese a todo, la película no es
un despropósito total, claro está. El resto del reparto es tan impresionante
que hacen subir el nivel de la media con su sola presencia, pero precisamente
por ello se queda uno con la sensación de que con muy poquito esfuerzo se
podría haber logrado algo mucho más interesante. No saber sacar apenas partido
de la magnífica Hellen Mirren o el intenso Danny Huston (¿qué tal si la película hubiese sido
algo del tipo “Alfred y Alma” y se hubiese centrado más en la propia relación
que en su faceta de director?), o permitir que Scarlett Johansson, Jessica Biel o Tony Collette simplemente pasen
por ahí, son errores casi imperdonables para el novato Gervasi que se ha
estrenado en este mundillo con un proyecto que, desde el primer momento, le ha
venido grande.
Habrá que esperar a que llegue
a España la película para televisión The
Girl, esta sí centrada en la relación entre Hitchcock (Tobey Jones) y Tippi
Hedren (Sienna Miller) durante el rodaje de Los
Pájaros, a ver si puede aportar algo nuevo a la figura tan conocida y
desnudada hasta la saciedad del realizador de Con la muerte en los Talones.
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