Hace ya algún tiempo que
se nota que vuelven los ochenta. Regresan grupos musicales míticos, se vuelven
a vestir ropas que dábamos por muertas, se estrenan remakes de películas que
eran carne de videoclub... Así que ahora les toca a los actores hacer acto de presencia.
Cuando Schwarzenegger terminó su periplo político y anunció que volvía al cine todos
los que estamos en la línea de la cuarentena (lustro arriba, lustro abajo)
aplaudimos a rabiar, pues en su campo era sin duda el mejor y algunas de sus obras
merecen pasar a la historia del cine, caso de Terminator, Depredador o Desafío total. Por si fuera poco, los
remakes o secuelas que se han hecho sin su presencia (Conan con Jason Momoa, Desafío
total con Colin Farrell o Terminator
Salvation con Sam Worthington) han ayudado a agrandar aún más su fama. Tras
los cameos en Los Mercenarios 1 y 2
(verdadero homenaje a esos grandes e hipermusculados iconos ochenteros) Arnie
regresa como protagonista, y eso, por sí solo, ya es todo un acontecimiento.
Con lo que no contábamos nadie (ni el propio Schwarzie, me imagino) es con que
los cuarentones no llenamos las salas de cine, y para los chavales de quince a
veinte años el austríaco no es absolutamente nadie. Así, El
último desafío, pese a sus esfuerzos
de marketing (curioso como en América el actor compartía cartel con Johnny
Knoxville, famoso entre los jovenzuelos pos sus bobadas en Jackass, en muchos países de Europa destacaban más a Forest
Whitaker, actor de prestigio con Oscar incluido, y aquí en España Schwarzenegger copaba toda
la atención de la publicidad, aunque quizá habría valido la pena destacar un
poco también a Eduardo Noriega), será recordada como el mayor fracaso de
taquilla de Arnie, por más que estoy convencido que cuando llegue al mercado doméstico
otro gallo cantará, como pasó con otro
producto con regusto a los ochenta como la más que correcta Dreed.
Y lo cierto es que El último desafío es una muy buena
película. No una obra maestra pero sí una producción muy recomendable que se
disfruta de principio a fin y con grandes dosis de acción y humor repartidas
con inteligencia. Además, el reparto coral evita la posibilidad de empacho
austriaco (como sucede en ocasiones con películas de Tom Cruise), que hay que
reconocer que los años pasan para todos incluso para Terminator.
Dirigida por Kim Jee-Woon,
realizador coreano que aterriza en Hollywood suavizando algo los rasgos más característicos
de su cine pero filmando escenas de acción con maestría y sin permitir que el
ritmo se le escape de las manos, la película cuenta la historia de un veterano
sheriff retirado voluntariamente a un tranquilo pueblo fronterizo donde nunca
pasa nada, que resulta ser un punto estratégico fundamental para los planes de
huida de Gabriel Cortez. Unos planes, por cierto, calculados hasta el último
detalle y cubriendo cualquier eventualidad, no dejando nada al azar. Nada,
excepto claro está, la intromisión de un sheriff veterano y cabezota.
Pese a la edad volvemos a
tener al mejor Schwarzenegger, con ese estilo suyo tan personal y su sentido
del humor y la ironía que lo caracterizó, pero consciente además de sus
limitaciones, con diversas alusiones a su edad y bastante autoparodia. En pos
de proteger al pueblo que lo ha adoptado forma un curioso grupito entre
ayudantes y voluntarios formando, volviendo a las referencias de los 80, una
versión/homenaje al Equipo-A. Veamos,
repasemos: tenemos al jefe (el gran Arnie), al guapo (Rodrigo Santoro), el loco
(Johnny Knoxville), la chica (Jaimie Alexander, la Sif de Thor) y como variante étnica, el cambio de un negro Baracus por un
mexicano (Luis Guzmán, ese actor cuya
gigantesca estatua de bronce corona la universidad comunitaria de Greendale).
Brilla además con buena
nota la presencia española de Eduardo Noriega, haciendo una vez más de villano,
con el punto de locura y cinismo adecuado, encarnando a la perfección a esa
gran amenaza que todos temen.
En resumen, gran retorno
del héroe al mundo del cine en un espectáculo de puro disfrute. Si conseguirá meterse
de nuevo al público en el bolsillo solo el tiempo lo dirá.
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