miércoles, 9 de agosto de 2017

GUARDIÁN Y VERDUGO, descafeinado alegato contra la pena de muerte

Oliver Schmitz es un director alemán nacido en Sudáfrica especializado en productos televisivos. Esto se aprecia demasiado en Guardián y verdugo, su trabajo más ambicioso hasta la fecha, con coproducción americana y un nombre de cierto reconocimiento en su reparto.
Steve Coogan interpreta a un idealista abogado popular por su lucha en contra de la pena de muerte al que obligan a aceptar un caso que nadie quiere: defender a un joven acusado de asesinar a sangre fría a siete deportistas en una solitaria carretera.
Ante la evidencia de los hechos y las pruebas irrefutables, no es la culpabilidad del muchacho lo que está en tela de juicio, sino la responsabilidad del chico en el acto. Con solo diecinueve años, ha trabajado durante los dos últimos como funcionario en una prisión, encargándose de acompañar a los condenados a muerte durante el periodo final de sus vidas, siendo testigo de todas las ejecuciones y llegando a participar directamente de muchas de ellas. Esta es la base de una película que más que un thriller judicial aspira a ser una reflexión sobre la pena de muerte y la crueldad del sistema penitenciario (la historia transcurre en Sudáfrica, pero podría extrapolarse a cualquier lugar con leyes similares), no solo hacia los reos sino hacia los propios penitenciarios.
Lo malo es que el estilo televisivo de Schmitz lastra demasiado la puesta en escena, que una vez eliminada de la ecuación la intriga sobre los actos del chico (en la primera escena de la película ya nos muestran lo que sucedió) dejando toda la intriga en el veredicto del jurado y en el trabajo interpretativo de Coogan y Andrea Riseborough (en el papel de la fiscal), que es bueno, pero tampoco suficientemente brillante como para destacarlo demasiado. Además, la película está basada en una historia real, lo cual anticipa en cierto modo la decisión final del juez, ya que un desenlace diferente posiblemente no sería propicio para un film de estas características.
Este es el problema de las historias reales, que en ocasiones son anécdotas interesantes, pero no siempre tienen suficiente fuerza como para dar pie a una película, y más si el guion es tan plano como este (la base argumental -ficticia, eso sí- de Algunos hombres buenos no era demasiado diferente de esta, pero cualquier intento de comparar aquella obra maestra con esta Guardián y verdugo es casi insultante) y la puesta en escena es de telefilm germano del montón.
Una lástima, más cuando uno es un gran aficionado al cine judicial. Pero no se puede sacar de donde no hay, y más allá del conflicto ideológico que se plantea, poco es lo que aquí hay.

Valoración: Cinco sobre diez.

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