sábado, 13 de junio de 2015

HORNS (6d10)

Nuevo ejemplo de como una distribuidora puede arruinar la carrera comercial de una película es el estreno de Horns año y medio después de su estreno americano y cuando en España se ha podido ver ya (de forma legal) en diversas plataformas digitales (que suele ser el primer paso para poder acceder posteriormente a ella de manera menos lícita).
De todas formas, este no es el principal problema con el que debe lidiar la película, que evidentemente no ha destacado en la taquilla (tampoco es que la época, plagada de blockbusters, vaya a ayudar mucho). Y es que el nombre de su director, Alexander Aja, puede llegar a desconcertar, acostumbrado como nos tiene a festivales sangrientos como el remake de Las colinas tienen ojos o excesos de toda índole como su Piraña 3D. Aquí, sin embargo, el realizador francés está extrañamente comedido con una historia con tintes de thriller fantástico pero que, bien analizada, no deja de ser una historia de amor.
Daniel Radcliffe (¿lograremos algún día separar su imagen de la de Harry Potter) interpreta a Ig, un joven acusado de violar y asesinar a su novia que desde la muerte de esta sufre una caída a los infiernos (finalmente literal) hasta que una mañana de resaca despierta con sendos cuernos en la frente que provocará que todo aquel con quien se encuentre le confiese sus más oscuros secretos. Podría parecer que tan surrealista argumento parece surgido de la enfermiza mente de Stephen King, y quien lo piense no iría muy desencaminado, ya que toda la historia surge de una novela de Joe Hill, precisamente el hijo de King. Sin embargo, pese a las virtudes de la obra y la originalidad de la trama, Hill está todavía lejos de ser un King literario, y los principales defectos de la novela son repetidos en pantalla por el guionista Keith Bunin, que quizá peca que querer ser demasiado fiel al libro. Así, la doble línea temporal entre los protagonistas adolescentes y los adultos (algo muy habitual en la literatura de King) no funciona son suficiente soltura, y el humor negro que se desborda al empezar el film termina diluyéndose en la trama policiaca para llegar a un final que si bien puede funcionar en papel resulta visualmente demasiado grotesco.
Es por ello que donde mejor está la película es en los momentos de puro drama, donde un brillante Radcliffe refleja a la perfección el dolor y la angustia por la pérdida de su amada a la par que acosado por la duda sobre si podría ser realmente él el asesino que todo el mundo piensa.
Rodeando a Radcliffe tenemos un interesante reparto con Kelli Garner (vista recientemente en Pan Am) como la malograda Glenna, Max Minghella como el mejor amigo de Ig y Joe Anderson como su hermano, pero con breves apariciones de Juno Temple, James Remar, Heather Graham o David Morse, casi un habitual en adaptaciones de papá King.
Con todo, la historia resulta suficientemente interesante para cautivar al espectador (aunque quizá los giros de guion resulten algo previsibles), y la contención de su director (y mira que la historia da para pasarse de vueltas) permiten que el resultado final merezca un más que digno aprobado, con algunos momentos que incluso pueden llegar a superar a la propia novela.

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