martes, 30 de junio de 2015

El comentario del mes: ¿CINE DOBLADO O SUBTITULADO?

Este es, sin duda, uno de los debates más calientes que hay en nuestro país alrededor del mundo del cine (también se podría hablar de las subvenciones, la piratería... pero eso ya queda para otro día). ¿Debemos ver el cine en versión original o es mejor disfrutarlo doblado? La única respuesta válida a esta pregunta es obvia: que cada uno lo vea como le dé la gana, pero, ya que esto es un comentario abierto al debate, permitidme dar mi punto de vista.
Simplificando mucho, se podría decir que el cine más comercial, el blockbuster puro y duro, conviene verlo doblado. No ya porque el espectador no tenga derecho a escuchar la voz original de Chris Platt gritando a los velocirraptores o a Schwarzeneger diciendo por cuadragésima vez aquello de I'll be back, sino porque seguramente estrenar en una sala de trescientas personas una película que obligue a leer subtítulos sería bastante arriesgado. Por otro lado, parece casi inevitable pensar que cualquier película de las que se podrían describir de exclusivas para cinéfilos avanzados, debería estrenarse únicamente en su idioma original, si es iraní o así, mejor.
Yo voy a intentar quedarme en un terreno medio y centrarme en todo tipo de cine (nunca entendí bien la denominación de cine comercial: ¿acaso hay algún cineasta que haga una película sin la pretensión de ganar dinero?). Mi teoría es la siguiente: el cine debería verse en versión original siempre y cuando uno entienda el idioma en el que está rodada la película en cuestión. Si no es así, es mejor optar por la versión doblada.
Ahora viene cuando se pone el grito en el cielo y se me llama sacrílego por escupir en el trabajo de un actor. De acuerdo, sí, la vocalización y el acento forman parte importante del registro interpretativo de un actor y si vemos dobladas películas como Gravity, por ejemplo, no podemos apreciar el esfuerzo de Sandra Bullock por transmitir con su respiración diversos estados tanto de ánimo como físicos (por lo que muchos no entendieron su nominación al Oscar), pero pasarse una película leyendo subtítulos supone a mi entender una falta de respeto hacia directores de fotografía y el resto de técnicos visuales cuya labor nos va a llegar mermada. Muchos dicen que uno se acostumbra a leer en pocos minutos (no es mi caso, que he sufrido incluso el episodio contrario: vi en el Festival de Sitges REC: Apocalipsis en español pero subtitulada en inglés y tenía que tapar los subtítulos con el dedo porque mis ojos se desviaban continuamente hacia las letras y me perdía parte de lo que sucedía en pantalla), pero eso es una excusa para justificar un pretendido intelectualismo (en el caso de algunos, al menos). Al fin y al cabo, uno puede llegar a acostumbrarse a escribir mientras está en un espectáculo y nadie por ello va a aplaudir a esos tipejos que se pasan una función de teatro completa wasapeando con el móvil.
Todo esto puede ser muy discutible, de acuerdo, pero de lo que no hay duda es de que los subtítulos de una película mutilan sin compasión los diálogos reduciendo y reinterpretándolos en muchas ocasiones. Es en este caso cuando el arranque de mi comentario se vuelve del revés y, desde un punto de vista práctico, resulta mucho más coherente ver en idioma original cosas como Transformers o Independence day (ahora sería un buen momento para pegarme la vacilada y decir que esa peli la vi en su momento en Nueva York, sin subtítulos, claro, y pude seguir perfectamente la historia) que películas de diálogos frescos e inteligentes, como las guionizadas por Woody Allen o Tarantino. Sería interesante preguntar a esos dos autores como prefieren que se vean sus películas fuera de los países anglosajones: cambiando la voz de sus protagonistas o mutilando sus textos. Mención aparte es el hecho de que grandes profesionales como Ramón Langa o el desaparecido Constantino Romero hayan sido capaces de mejorar incluso las voces originales, lo cual (aunque sea para bien) también podría ser artísticamente discutible.
Otro ejemplo de esto es la serie True Detective, de la que todos proclaman que hay que escuchar en su versión original pese a que el protagonista Matthew McConaughey parezca tener una alpargata de esparto en  la boca y su dicción resulte casi incomprensible para los propios angloparlantes, cuando la verdadera virtud de la serie son las largas (y ágiles) conversaciones que me gustaría saber en qué quedan en su versión escrita.
Todo esto, insisto, desde el punto de vista de aquellos (en España la mayoría, por desgracia) que no dominamos el inglés (bueno, o el idioma que sea, que hay cine más allá de Hollywood). Quien se maneje perfectamente en otros idiomas debería optar siempre por el original. Y de paso, renegar de las novelas traducidas (¿o es que un escritor no pierde autenticidad con su traducción?) y leer los manuales de instrucciones de sus electrodomésticos en chino, que esas traducciones sí que tienen delito. Y ya de paso, que bajen los precios de los productos culturales con la pasta que se van a ahorrar despidiendo a traductores e intérpretes (ojo, esto último es ironìa, que no se me enfade nadie del gremio).
Al final, por muy loable que sea la posibilidad de “culturizarse” en una sala de cine, estamos hablando de un espectáculo. Un entretenimiento. Y unas letras sobreimpresas en pantalla (que recordemos no han sido colocadas ahí por el director de la peli) no solo pueden distraer sino que incluso en ocasiones ocultan parte de lo que se muestra en pantalla. Una puesta de sol bucólica, por ejemplo, con una profunda y reflexiva voz en off no tiene nada que ver con estar leyendo unas frases sobreimpresas encima de una postal, digo yo.
Cambio mi discurso, sin embargo, en el caso concreto de los musicales. Como la propia palabra dice, esté género centra toda su atención en las canciones que dan sentido a la historia, y como tal resultan un elemento demasiado importante como para que nos llegue alterado. Si los resultados de taquilla demuestran que títulos como Frozen interesan a más público que el meramente infantil, ¿por qué no se ofrecen versiones dobladas pero que mantengan las canciones en inglés? ¿Qué criterio se sigue para que Into the woods o Los miserables tenga las canciones originales y El fantasma de la Ópera o Annie, no? aparte del puramente económico, claro está.
En fin, como he dicho al principio, cada uno que haga lo que quiera. Yo, mientras no tenga un gran nivel de inglés, seguiré viendo las películas americanas dobladas siempre que pueda.
Aunque ya me gustaría a mí no tener que hacerlo...

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