Este es, sin duda, uno de los debates más calientes que hay en nuestro
país alrededor del mundo del cine (también se podría hablar de las subvenciones,
la piratería... pero eso ya queda para otro día). ¿Debemos ver el cine en
versión original o es mejor disfrutarlo doblado? La única respuesta válida a
esta pregunta es obvia: que cada uno lo vea como le dé la gana, pero, ya que
esto es un comentario abierto al debate, permitidme dar mi punto de vista.
Simplificando mucho, se podría decir que el cine más comercial, el
blockbuster puro y duro, conviene verlo doblado. No ya porque el espectador no
tenga derecho a escuchar la voz original de Chris Platt gritando a los
velocirraptores o a Schwarzeneger diciendo por cuadragésima vez aquello de I'll be back, sino porque seguramente estrenar
en una sala de trescientas personas una película que obligue a leer subtítulos sería bastante arriesgado. Por otro lado, parece casi inevitable
pensar que cualquier película de las que se podrían describir de exclusivas
para cinéfilos avanzados, debería estrenarse únicamente en su idioma original,
si es iraní o así, mejor.
Yo voy a intentar quedarme en un terreno medio y centrarme en todo tipo de
cine (nunca entendí bien la denominación de cine comercial: ¿acaso hay algún
cineasta que haga una película sin la pretensión de ganar dinero?). Mi teoría
es la siguiente: el cine debería verse en versión original siempre y cuando uno
entienda el idioma en el que está rodada la película en
cuestión. Si no es así, es mejor optar por la versión doblada.
Ahora viene cuando se pone el grito en el cielo y se me llama sacrílego
por escupir en el trabajo de un actor. De acuerdo, sí, la vocalización y el
acento forman parte importante del registro interpretativo de un actor y si
vemos dobladas películas como Gravity,
por ejemplo, no podemos apreciar el esfuerzo de Sandra Bullock por transmitir
con su respiración diversos estados tanto de ánimo como físicos (por lo que
muchos no entendieron su nominación al Oscar), pero pasarse una película
leyendo subtítulos supone a mi entender una falta de respeto hacia directores
de fotografía y el resto de técnicos visuales cuya labor nos va a llegar
mermada. Muchos dicen que uno se acostumbra a leer en pocos minutos (no es mi
caso, que he sufrido incluso el episodio contrario: vi en el Festival de Sitges
REC: Apocalipsis en español pero
subtitulada en inglés y tenía que tapar los subtítulos con el dedo porque mis
ojos se desviaban continuamente hacia las letras y me perdía parte de lo que
sucedía en pantalla), pero eso es una excusa para justificar un pretendido
intelectualismo (en el caso de algunos, al menos). Al fin y al cabo, uno puede llegar a acostumbrarse a escribir
mientras está en un espectáculo y nadie por ello va a aplaudir a esos tipejos
que se pasan una función de teatro completa wasapeando con el móvil.
Todo esto puede ser muy discutible, de acuerdo, pero de lo que no hay duda
es de que los subtítulos de una película mutilan sin compasión los diálogos
reduciendo y reinterpretándolos en muchas ocasiones. Es en este caso cuando el arranque
de mi comentario se vuelve del revés y, desde un punto de vista práctico,
resulta mucho más coherente ver en idioma original cosas como Transformers o Independence day (ahora sería un buen momento para pegarme la
vacilada y decir que esa peli la vi en su momento en Nueva York, sin
subtítulos, claro, y pude seguir perfectamente la historia) que películas de
diálogos frescos e inteligentes, como las guionizadas por Woody Allen o
Tarantino. Sería interesante preguntar a esos dos autores como prefieren que se
vean sus películas fuera de los países anglosajones: cambiando la voz de sus
protagonistas o mutilando sus textos. Mención aparte es el hecho de que grandes
profesionales como Ramón Langa o el desaparecido Constantino Romero hayan sido
capaces de mejorar incluso las voces originales, lo cual (aunque sea para bien)
también podría ser artísticamente discutible.
Otro ejemplo de esto es la serie True
Detective, de la que todos proclaman que hay que escuchar en su versión
original pese a que el protagonista Matthew McConaughey parezca tener una
alpargata de esparto en la boca y su dicción
resulte casi incomprensible para los propios angloparlantes, cuando la
verdadera virtud de la serie son las largas (y ágiles) conversaciones que me
gustaría saber en qué quedan en su versión escrita.
Todo esto, insisto, desde el punto de vista de aquellos (en España la
mayoría, por desgracia) que no dominamos el inglés (bueno, o el idioma que sea,
que hay cine más allá de Hollywood). Quien se maneje perfectamente en otros
idiomas debería optar siempre por el original. Y de paso, renegar de las
novelas traducidas (¿o es que un escritor no pierde autenticidad con su
traducción?) y leer los manuales de instrucciones de sus electrodomésticos en
chino, que esas traducciones sí que tienen delito. Y ya de paso, que bajen los
precios de los productos culturales con la pasta que se van a ahorrar
despidiendo a traductores e intérpretes (ojo, esto último es ironìa, que no se me enfade nadie del gremio).
Al final, por muy loable que sea la posibilidad de “culturizarse” en una
sala de cine, estamos hablando de un espectáculo. Un entretenimiento. Y unas
letras sobreimpresas en pantalla (que recordemos no han sido colocadas ahí
por el director de la peli) no solo pueden distraer sino que incluso en
ocasiones ocultan parte de lo que se muestra en pantalla. Una puesta de sol
bucólica, por ejemplo, con una profunda y reflexiva voz en off no tiene nada
que ver con estar leyendo unas frases sobreimpresas encima de una postal, digo
yo.
Cambio mi discurso, sin embargo, en el caso concreto de los musicales. Como
la propia palabra dice, esté género centra toda su atención en las canciones
que dan sentido a la historia, y como tal resultan un elemento demasiado
importante como para que nos llegue alterado. Si los resultados de taquilla
demuestran que títulos como Frozen interesan
a más público que el meramente infantil, ¿por qué no se ofrecen versiones
dobladas pero que mantengan las canciones en inglés? ¿Qué criterio se sigue
para que Into the woods o Los miserables tenga las canciones
originales y El fantasma de la Ópera
o Annie, no? aparte del puramente económico, claro está.
En fin, como he dicho al principio, cada uno que haga lo que quiera. Yo, mientras
no tenga un gran nivel de inglés, seguiré viendo las películas americanas
dobladas siempre que pueda.
Aunque ya me gustaría a mí no tener que hacerlo...
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