Una
vez más me encuentro viendo una secuela sin haber visto (ni tener ni idea de lo
que era) la película original. Lo hago además con un título que apenas hace
unos días os comentaba que era muy poco probable que vieseis comentado por
aquí, pero a veces la coincidencia de horarios me invita a ver ciertas cosas y…
la verdad es que me ha sorprendido la cosa.
Quizá
el hecho de desconocer por dónde me iba a llevar la película ha ayudado pero lo
cierto es que la secuela de Dando la nota
es, en palabras del gran Pepe Nieves, “un placer culpable”. Y es que sí, la
película es lo que es, una comedieta sobre universitarias que quieren triunfar
como cantantes, con el campeonato internacional de canto a capela de por medio
(¿de verdad existe eso?) y con un final tan inevitable como previsible. Lo que
no me podía ni imaginar, sin embargo, es la acidez del humor con el que está
salpicado el argumento, corrosivamente incorrecto en muchos momentos. Mucho más
blanca que sus contrapartidas más “masculinas” en el toque escatológico (sí,
algún chiste de pedos hay, pero se les puede perdonar), la película está
repleta de chistes machistas, homófobos y racistas (que gran hallazgo la pareja
de podcasters a la que dan vida John Michael Higgins y Elizabeth Banks) y,
sorprendentemente, funcionan.
Poco
vale la pena comentar sobre su argumento, lo más simple de la historia, que es
una mera excusa para disfrutar del recorrido de este variopinto y estrambótico
grupito de chicas lideradas por una Anna Kendrick definitivamente asentada en
los musicales (fue lo mejor del reparto plagado de estrellas de Into the Woods) por más que se diera a
conocer en la saga Crepúsculo, aunque
es la voluminosa Rebel Wilson quien se come a la cámara en cada aparición, incorporándose además en el reparto a Hailee Steinfeld, aquel descubrimiento de los hermanos Coen para Valor de Ley.
También
me ha parecido inesperado el buen trabajo de Elizabeth Banks en su debut como
directora de largometrajes (ya había dirigido un fragmento de la película Movie 48), después de que su carrera
como actriz no parezca terminar de despegar nunca. La Betty del Spiderman de
Rainer consigue mantener en todo momento el ritmo y tono adecuado a la película
para que, pese a su previsibilidad, no aburra en ningún momento, llegando
incluso a ser capaz de romper la rutina con momentos tan surrealistas como el
de las trampas para osos y algunos de los afilados diálogos entre las chicas,
amén de las más que correctas escenificaciones de las diversas actuaciones
musicales.
Así
que, contra todo pronóstico, Dando la
nota: aún más alto permite pasar un buen rato, convirtiéndose en un
estupendo entretenimiento veraniego al ritmo de pegadizas pero para nada
cargantes canciones y con un gracioso gag postcréditos con cameo de famosetes
incluido.
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