No
voy a perder aquí el tiempo detallando los muchos valores del cine de Orson
Welles, cuya opera prima se sigue considerando una obra maestra indiscutible,
pero la película que os presento hoy por recomendación de mi amigo Yomi Salas
(y por extensión de toda La Maraña al completo) es Fraude, una rareza dentro de la filmografía de este autor que se sitúa
en el ocaso de su carrera, cuando sus esfuerzos se centraban casi
exclusivamente en documentales y cortometrajes.
Fraude (F for fake) es un
interesante ejercicio de metacine en el que el director se presenta a sí mismo
como un mago de la escena y nos ofrece un documental narrado en primera persona
sobre el arte del engaño. Partiendo con la excusa de la historia de Elmyr de
Hory, uno de los mejores falsificadores de arte que se conocen, y su biógrafo Clifford
Irving (otro tramposo que escribió de forma fraudulenta la biografía de Howard
Hughes), Welles no parece tan interesado en relatar la historia de lo que
sucedió con estos dos pintorescos personajes sino en cómo el mundo del
espectáculo puede manipular nuestras mentes para llevarnos por los caminos
elegidos por el director de turno. No en vano la propia carrera de Welles tuvo
un importante despunte gracias a un fraude: su narración en una emisora de
radio de La guerra de los Mundos, de
H.G. Wells que fue confundida por una invasión real y causó el pánico (y la
posterior indignación) en los Estados Unidos.
Cine
y pintura se entremezclan en este curioso ejercicio de metalenguaje en el que
se rompe la cuarta pared al antojo del señor Welles, cuya presencia como
narrador tiene una potencia impagable, algo egocéntrica en algún momento.
Fraude no es, desde luego, una obra maestra, y puede resultar cansina en
algunas secuencias concretas, innecesariamente alargadas, como las que
protagoniza Oja Kodar, pero el conjunto resulta sumamente refrescante a la par
que reflexivo, incluso mordazmente cómico por momentos.
El
cine es una gran mentira, parece querer decirnos Welles en este documental, sin
necesidad de hablar para ello de cine. Una enmarañada red de secretos y
conspiraciones entre pintores y mecenas que termina por involucrar al mismísimo
Pablo Picasso y que sirve como inspiradora revelación de que en esta vida no
todo es lo que parece.
Al
principio de la película el propio Welles, mirando profundamente a cámara, nos
lo advierte: todo lo que veremos en los próximos sesenta minutos es totalmente
real. Pero, ¿debemos creer a un tipo que se nos presenta disfrazado de mago?
¿Acaso no es la propia película en sí un fraude por definición?
Estas
son algunas de las preguntas que se irán planteando a lo largo de este
documental protagonizado por los propios personajes reales (aumentando así la
bipolaridad entre realismo e impostura) y que se terminarán resolviendo al
final de la historia.
¿O
no?
Y
es que esto no es más que eso: un fraude. Un engaño. Y Orson Welles es un mago
de la escena en todos los sentidos.
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