Uno de los principales problemas de las comedias románticas es que se trata de un subgénero tan definido que es casi imposible romper unos esquemas básicos sobre los que se sustenta la historia. Esto hace que resulten demasiado predecible y, por consiguiente, hasta aburridas, ya que casi aparece telegrafiado el momento en el que uno debe reír, llorar o emocionarse.
No es que el caso de Casi imposible sea diferente, y desde luego sigue la línea del chico conoce a chica, chico se enamora de chica, chico se distancia de chica y final feliz. La diferencia con el resto de películas de su generación (recordemos que el gran momento de las comedias románticas fue a finales de los ochenta, cuando estaban lideradas por Meg Ryan, Julia Roberts o, ya dando sus últimos coletazos, por Sandra Bullock, aunque tuvo un ligero despunte gracias al buen hacer del británico Richard Curtis) es que sabe apostar sus cartas por una comedia bien definida e incluso algo gamberra, de manera que, por mucho que pueda pesar la historia de amor, resulta en todo momento sumamente divertida, sin abusar del melodrama lacrimógeno que suele empañar estas producciones.
Ello se puede deber en parte a la presencia de Seth Rogen en el plantel protagonista, un cómico más dado al cine burdo y desfasado que a las historias románticas, que demuestra tener una química impecable con una magnífica Charlize Theron, y encabeza un film donde se demuestra que un guion ingenioso e inteligente es la base de toda buena obra. El libreto de Dan Sterling y Liz Hannah, bien conducido por un Jonathan Levine que ya me convenció con su propósito de acercar al terreno de la comedia romántica al género zombie con Memorias de un zombie adolescente (aunque su siguiente película, Descontroladas, fuese un claro retroceso), sin pretender resultar moralista ni extremadamente ácido, se basa de la comedia para poner su granito de arena en el empoderamiento femenino (¿una mujer como Presidente de los Estados Unidos?), hacer burla de la corrupción política y sus intereses económicos y reivindicar el periodismo de antaño, íntegro y deseoso de luchar por la verdad por encima de todo. Esto no son más que, insisto, detalles secundarios en una trama donde, amores (casi) imposibles mediante, lo importante es pasárselo bien y reírse mucho con una serie de gags muy generacional (si no están al día de Juego de Tronos ya aviso que hay spoilers), cuya moraleja podría ser que hasta los frikis seguidores del Universo Cinematográfico Marvel puede aspirar a seducir algún día a alguien como Charlize Theron, diosa de la belleza, pero, además, una mujer inteligente e íntegra. Y con poder.
Es por ello muy significativo que sea precisamente la Theron quien de vida a la protagonista femenina. Al fin y al cabo, aun siendo una gran actriz, ha tenido que renunciar a su belleza y “restregarse por el barro” para conseguir ser tenida en cuenta como algo más que una cara bonita. En la película parece sacarse la espinita y vengarse interpretando a una mujer de gran belleza que, pese a que parece ser juzgada solo por sus atributos femeninos, consigue imponerse a tópicos y machismos y ser la reina del mundo. O de los Estados unidos, que para ellos es más o menos lo mismo.
En resumen, una comedia suficientemente gamberra como para romper algunos moldes (ha sido calificada para adultos en los USA), pero suficientemente blanca también como para ofender demasiado, con dos grandes interpretaciones y algunos momentos verdaderamente tronchantes. Y, lo más importante, a partir de una construcción de personajes cuya evolución permite que todo lo que ves en pantalla resulte creíble y hasta probable.
Valoración: Ocho sobre diez.
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