martes, 28 de mayo de 2019

EL HIJO

En una época en la que los grandes estudios apenas arriesgan en sus producciones y cada estreno provoca miradas de pánico hacia los listados de recaudación en taquilla, hay dos géneros que parecen dominar por encima del resto: los superhéroes y el terror.
Los superhéroes porque pese a lo abultado de su presupuesto, la mayoría logran convertirse en grandes éxitos de taquilla, con el ejemplo de Endagame (aun luchando por conseguir ser la más taquillera de la historia, por encima de Avatar) bien reciente. El terror, justo por lo contrario, porque suelen ser producciones de presupuestos tan irrisorios que a poco que gusten (y como muestras están las producciones de Blum o Wan) logran cuadriplicar, como poco, su presupuesto, consiguiendo grandes ganancias con mínimo riesgo.
De la mano de James Gunn como productor y máximo promotor del invento, y de sus hermanos Bryan y Mark como guionistas (todo queda en casa, el director David Yarovesky también amigo de la familia), llega ahora una película que mezcla ambos mundos.
El hijo podría definirse como un reverso oscuro de Superman, una especie de “Whar if” (concepto acuñado por Marvel para definir a las historias alternativas de sus héroes) que parte de la premisa de “¿qué pasaría si Superman fuese malo?”. No es que la idea sea totalmente novedosa, ya Mark Millar jugueteó con el tema en Hijo Rojo, donde fantaseaba con lo que habría pasado si la nave kryptoniana hubiese caído en la Unión Soviética en lugar de en Estados Unidos, mientras que el video juego Injustice (con versión posterior en comic) juega ya con el concepto de un Superman capaz de cruzar ciertos límites. Sin embargo, esas historias tratan siempre sobre un Superman adulto, mientras que en El hijo tenemos a un chaval, un adolescente en plena revolución hormonal, como protagonista.
Como en la historia original, un matrimonio bien avenido, pero con dificultades para engendrar un hijo descubren a un bebé caído del cielo y deciden quedárselo como propio, ocultándole su verdadero origen. Pero llega el día en que se empiezan a manifestar poderes extraños y unas voces en su cabeza le anuncian su verdadera misión en la tierra.
Pero si a nivel argumental hay mucho de comic aquí, a nivel estético estamos ante una película de terror propiamente dicha, con sus clásicos jump scare y sus momentos ciertamente crueles, con muertes violentas y mucho mal rollo, haciendo que durante gran parte del metraje sea La profecía o cualquier película de niño engendrado por el demonio lo que en verdad nos venga a la memoria. Además, su ajustadísimo presupuesto (unos pírricos seis millones, más o menos lo que debe costar solamente el traje del verdadero Superman), permite una libertad que se traduce en algunos momentos bastante gore que van muy bien con el tono algo macarra (aunque no cómico) del film, capaz de aterrar al profano y deleitar con sus guiños al fanboy más exigente.
Sin embargo, es ese mismo presupuesto lo que limita una historia que nunca termina de desarrollarse del todo. Un funcionando muy bien lo que nos cuentan, se echa en falta el que den un paso más, que sigan arriesgando en una dirección más osada. Quizá por esa falta de presupuesto (lo que se traduce también en una escasa hora y media de duración) el clímax, si bien es mucho más resultón que, por ejemplo, la reciente Glass, se mueve demasiado por el terreno de lo previsible, haciendo que el elemento sorpresa desaparezca a mitad de la película.
Con todo, la impecable puesta en escena y el buen trabajo actoral hace que la película resulte un pequeño milagro en comparación con el dinero que ha costado, y se disfruta como la broma macabra y retorcida que es.

Valoración: Siete sobre diez.

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