sábado, 19 de enero de 2019

GLASS

Después de tocar techo con su película más redonda, El Protegido, y volver a saborear las mieles del éxito tras una etapa sombría con Múltiple, el director M. Night Shyamalan se decidió para su próximo proyecto por la apuesta segura que era unir ambas historias (como ya apuntaba en el epílogo de Múltiple), conformando así una trilogía que, aunque en la desasosegante intriga psicológica de James McAvoy no se llegaba a adivinar todavía, supone en realidad una carta de amor hacia el noveno arte.
Efectivamente, hablar de Glass es hablar de comic, y Shyamalan demuestra ser un gran aficionado con esta radiografía exhaustiva sobre el mundo de las viñetas en papel que, en muchos momentos, se sitúa por encima de las adaptaciones más o menos simplistas de los dos referentes esenciales, Marvel y DC.
Puede que no esté dispuesto a rendir pleitesía a Glass de manera infinita como algunas críticas que estoy leyendo por ahí, pero reconozco los méritos de su autor para saber transmitir esa pasión y completar una historia con coherencia, sin traicionar a sus dos precedentes y logrando que la conjugación entre tipos tan dispares como David Dunn y Kevin Wendell Crumb (o cualquiera de las diversas personalidades que lo poseen) sea efectiva y muy razonable. En este sentido, la puesta en escena es impecable, dividiendo la historia en tres actos: uno para situar a los personajes en la trama, todo un capítulo centrado en el internamiento en un psiquiátrico y la confrontación final. Es toda la parte central la verdadera declaración de intenciones de la película y donde Shyamalan hace su apuesta más arriesgada: desmitificar a los héroes, especular con que todo sea una farsa, un producto de sus propias psiques y que en realidad ni David, ni Kevin ni, por supuesto, Elijah (más conocido como el Señor Cristal al que hace referencia el título) tienen poder especial alguno.
Aunque quizá flaquea en las escenas de más acción, recordando que a Shyamalan lo que de verdad se le da bien es la intriga, Glass cuenta con tres protagonistas de lujo que se toman muy en serio sus personajes, lo cual ya de por sí es una estupenda noticia, sobre todo en el caso de un Bruce Willis que (quizá a excepción de El justiciero) lleva años trabajando con el piloto automático puesto. Además, recupera a secundarios imprescindibles, como el hijo de David o Casey, la única a la que La bestia ha dejado vivir en el pasado, para terminar de elaborar una telaraña en el centro de la cual se encuentra el personaje de Sarah Paulson, la única cara nueva de la película. Con sus giros de guion y las maniobras para despistar al público, pero sin alejarse de los arquetipos del lenguaje del comic, Glass es casi más un ensayo sobre el noveno arte que una película de acción, y ahí es donde radica su mayor mérito que es, a la vez, su principal debilidad. Glass es, sin duda, una delicia para los amantes del mundo del comic en general y de los superhéroes en particular (muchos aplaudirán al reconocer la mano de Alex Ross en la portada que ojea en cierto momento Joseph Dunn), pero que puede terminar por decepcionar a los que busquen una película de acción más, esos que sin duda no comprenderán dónde demonios está ese gran clímax final que se viene anunciando desde mitad del metraje y que nunca termina de llegar.
Puede que no esté a la altura de El protegido, y que la historia ni siquiera sorprenda tanto como El sexto sentido, pero sin duda confirma definitivamente la recuperación de un Shyamalan que se encuentra cómodo entre los presupuestos más bajos de la industria y cuyo talento parece tener cuerda para rato, aunque su saga sobre superhéroes parece definitivamente culminada.

Valoración: Siete sobre diez.

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