sábado, 19 de enero de 2019

LA FAVORITA

Hablar del cine de Yorgos Lanthimos es hablar de cine con mayúsculas, pero también es hablar de una forma de entender el arte diferente, dado a un lenguaje complicado y retorcido y con una puesta en escena peculiar que no puede ser del agrado de todos.
Aficionado a historias enfermizas, es La favorita quizá su película más convencional (si es que se le puede llamar así), aunque también la más extraña en su filmografía, no solo por ser la primera que hace sin la ayuda de su guionista Efthymis Filippou, sino por tratarse de una película de época, algo que a priori podría resultar extraño para los mundos de pesadilla del realizador griego.
Sin embargo, tras un arranque algo titubeante, con una presentación de personajes que se me antoja algo lenta y pesada, Lanthimos demuestra su maestría como director de actores consiguiendo que el triángulo conformado por Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz roce la perfección, consiguiendo hacer patente los constantes intercambio de roles y consiguiendo que empaticemos con personajes odiosos, que los odiemos cuando más sonrientes parecen y que los compadezcamos en sus descensos a los infiernos.
En manos de otro director, la historia de La Favorita podría haber resultado burla e incluso desagradable, una simple metáfora sobre las envidias entre aquellos que aspiran al poder y su rivalidad descarnada, pero la construcción de personajes que hace Lanthimos es tan perfecta como el mecanismo de un reloj y, pese a la parte de ficción que hay en esta recreación de unos sucesos históricos reales (de hecho, el punto sexual hay que agradecérselo a la inventiva de Churchill como medida para desacreditar al personaje interpretado por Emma Stone.
Con toques de intrigas palaciegas, muy aferrada al esperpento y un sentido del humor muy ácido, la película no solo juega a mostrar la dificultad para llegar a alcanzar un puesto de poder (en el caso que nos ocupa, llegar a ser la favorita de la Reina), sino el vértigo y la paranoia que ocupa semejante posición y el temor a perderlo, casi más cruel que la lucha por conseguirlo.
Además de conseguir un gran trabajo de sus tres intérpretes, Lanthimos hace gala de su maestría con la cámara, jugando con los grandes angulares para deformar los decorados de un palacio laberíntico y en ocasiones claustrofóbico.
La favorita es, sin duda, la película más comedida de su autor, lo cual le otorga unas serias posibilidades de cara a los Oscar, pero no por ello pierde su huella habitual, siendo tan divertida como despiadada, tan esperpéntica como apasionante, con una historia que va de menos a más y que, quizá sin llegar a ser tan enigmática como El sacrificio de un ciervo sagrado, me resulta más enriquecedora que Langosta, por hacer una rápida comparativa entre sus tres películas americanas.

Valoración: Siete sobre diez.

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