Me
parecen tan ridículas las polémicas que están surgiendo recientemente en
defensa de la bandera boicoteando cualquier producción cinematográfica que
tenga un mínimo aroma antipatriótico que casi prefiero tomármelo a broma y
anunciar esta película como: “de los haters que hundieron a La reina de España y los ignorantes que
odiaron 1898, los últimos de Filipinas. Llega ahora El guardián invisible, spoiler ya
disponible en todas sus redes sociales”.
Lo
cierto es que dejando de banda los fundamentos en los que se basa el boicot (yo
solo quiero ver cine), es posible que esta vez, por tratarse de una película de
intriga y haberse difundido de forma grosera e irresponsable la identidad del
asesino por doquier, esta vez sí hayan dañado a la taquilla de la película
atacada, por más que basándose en una novela superventas es posible que muchos
de sus espectadores ya conocieran de antemano el desenlace.
Dejando
estas polémicas de lado, el caso es que El
guardián invisible, tal y como sucediese con la anterior película de Fernando
González Molina, Palmeras en la nieve,
es un film de una impecable factura
técnica. Sin duda su ambientación es lo mejor de un thriller de carácter rural,
incómodo y agobiante, con bosques densos y lluvias constantes que hereda el
espíritu insano de cintas como El
silencio de los corderos o Seven pero traídas a nuestro terreno. Lamentablemente,
esto no es suficiente y algo falla en la película, no sé si debido al guion de Luiso
Berdejo o a la propia novela de Dolores Redondo, que hace que uno se sienta a
medio camino de lo que nos quiere contar.
El guardián invisible pretende ser una película clásica sobre un asesino en
serie y la investigadora que lo persigue, pero se pierde cuando aspira a
desarrollar en exceso la identidad de unos personajes que terminan por lastrar
el ritmo narrativo. Los continuos flasbacks de la protagonista para conocer sus
traumas de la infancia y por qué le resulta tan conflictivo regresar a
investigar al pueblo en que nació no terminan de convencer, y al final uno se
pregunta si González Molina pretende dar más importancia al misterio de los
asesinatos o a las malas relaciones entre el personaje de Marta Etura y su
hermana. Prueba de ello es que pese a contar con un buen reparto, solo Elvira
Míguez logra destacar en su rol, habiendo nombres como Manolo Solo o la propia
Etura que parecen estar muy por debajo de sus posibilidades.
Hay
además, un elemento sobrenatural que parece ser una especie de denominador
común en las novelas de Redondo que componen la llamada Trilogía del Baztán que tampoco termina de funcionar en pantalla,
quizá debido a que demasiadas cosas, muchas subtramas, quedan en suspenso a la
espera de unas necesarias (aunque no confirmadas) continuaciones.
Es
por tanto El guardián invisible una
película interesante pero decepcionante a la vez, que apunta maneras pero se
queda a las puertas de ser ese thriller macabro al que aspira ser, no llegando
a aburrir pero coqueteando con ello en demasiadas ocasiones. Puede que, de
conseguirse hacer la trilogía, el resultado en conjunto haga mejorar este
primer título, empresa algo arriesgada en nuestro cine, pero de momento, viendo
El guardián invisible de forma aislada, queda lejos de la magnificencia.
Puede
que, después de todo, el pretendido boicot debiera ser estéril ya que, como
sucediera en ese gran título que es La isla mínima, el descubrir la identidad del asesino no termine por ser lo
más relevante del film. Pero González Molina no es Alberto Rodríguez y El guardián invisible precisa de un
final menos precipitado y más intenso para funcionar mejor.
Tanta
lluvia termina aguando el espectáculo, aunque sí merece que, al menos, demos
una oportunidad a su presumible secuela. Veremos que se puede esperar de ella…
Valoración:
Seis sobre diez.
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