Hace apenas unos días os hablaba sobre Gold, una película que, inspirándose en una historia real, hablaba sobre cómo conseguir el sueño americano y lograr llegar hasta lo más alto partiendo casi de la nada. Quizá lo más interesante de la película sea su moraleja, que es imposible lograrlo sin retorcerse entre la basura y estar dispuesto a cometer prácticas… digamos desleales como poco.
El mismo día de su estreno llegó también a las carteleras El fundador, que casi podría parecer una versión hermanada sobre el mismo tema y con las mismas reflexiones. Solo que en el caso de El fundador su director, John Lee Hancock, sabe dotar a la película de un humor ácido (para ello también ayuda, y mucho, el magnífico trabajo de Michael Keaton) que se echaba en falta en Gold.
El fundador cuenta la historia de la creación de la cadena de franquicias McDonald’s, y como tal podría casi identificarse como un spot publicitario de dos horas. Algo de ello hay, desde luego, y ya se encargan sus autores de que la firma no quede demasiado mal parada de la adaptación de la historia, aunque no se pueda decir lo mismo de su personaje protagonista, Ray Kroc. Kroc era, a mediados de la década de los cincuenta, lo que hoy en día se conoce como un emprendedor. Un emprendedor de escaso éxito, habría que añadir. Siempre estaba apostando por nuevos proyectos, dedicando todos sus esfuerzos en ellos, como el negocio de los vasos de papel o los multimixer para hacer varios batidos a la vez. Pero fue cuando conoció a los hermanos Dick y Mac McDonald y el novedoso restaurante que regentaban cuando su vida cambió definitivamente.
Kroc no es, como pudiera parecer por el título de la película, el fundador de McDonald’s, pero sí quien supo reconocer el enorme potencial de ese tipo de restaurante diferente a todo lo que se conocía hasta entonces, con comida preparada en cadena, sin camareros y minimizando los tiempos de espera. Sí fue él el responsable de convertir la idea en una cadena de franquicias, de expandirse por toda la zona de Chicago y de crear una marca que se convertiría en todo un símbolo americano. El resto, como suele decirse, es historia…
El fundador es una película sobre cómo los sueños pueden hacerse realidad, sobre el triunfo del espíritu humano sobre las adversidades y sobre cómo nadie puede creer en uno más que uno mismo. Pero a la vez, es un fiel reflejo de cómo el dinero puede llegar a corromper, del descenso a los infiernos de alguien completamente obsesionado por triunfar y de cómo todo vale por conseguir los objetivos.
El Ray Kroc de Michael Keaton es un tipo agradable al principio de la película, buen marido y fiel amigo, pero a medida que su triunfo se va convirtiendo en realidad su espíritu se va corrompiendo hasta convertirse en un despiadado y cruel hombre de negocios, rastrero y despreciable. Sin embargo, Keaton ha logrado darle una humanidad tal que consigue que ese proceso de degradación no enturbie lo suficiente su imagen como para llegar a odiarlo, y por más que podamos sentir lástima por los “cadáveres “que va dejando en su camino al éxito, el humor cínico y (a su manera) honesto hacen de él un personaje hasta entrañable y fácil de perdonar.
El fundador no aspira a ser una revisión de El lobo de Wall Street, como pasaba con Gold, sino que es una historia mucho más humana y terrenal, y John Lee Hancock tiene la habilidad de centrarse principalmente en la ascensión de Kroc y McDonald’s sin perder demasiado tiempo en profundizar en la vida personal del protagonista, la cual con apenas cuatro pinceladas queda suficientemente definida para conocer y comprender al personaje. Por ello, la escasa aunque esencial aportación de Laura Dern interpretando a la esposa de Kroc, es fundamental para aportar el punto de vista arbitrario del propio espectador, siendo ella quien mejor puede comprender (y sufrir) el significado del ascenso de su marido.
El fundador, aparte del interés de descubrir cómo un pequeño negocio local llegó a convertirse en el monstruo empresarial que es hoy McDonald’s, es una interesante fábula sobre la lealtad, el deseo y la ambición.
Valoración: Siete sobre diez.
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