martes, 12 de agosto de 2014

TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN (4d10)

Puede que sea la resaca de la crisis de los cuarenta. Puede que con la edad y tras haber visto tanto cine mis gustos estén cambiando. O puede que me haya vuelto demasiado exigente y, como alguna vez me ha acusado un amigo, vea el cine con ojos de crítico antes que como un espectador sin más. Pero juro que, después de que la anterior trilogía de Transformers no me interesara para nada, entré en la sala de cine con las expectativas en pausa y la mente en blanco dispuesto a aceptar lo que el señor Bay tuviera que ofrecerme y a tratar de disfrutar con lo que se supone será el inicio de una nueva trilogía.
Y lo cierto es que no empieza mal la cosa. Michael Bay parece recuperar el estilo visual que lo caracterizó en los albores del cambio de milenio y que parecía haber retomado en la magnífica Sudor y Dinero. Me refiero a esos planos espectaculares, cargados de épica, volteando alrededor del protagonista y con hermosos paisajes en constante movimiento de fondo. También el ritmo narrativo parece intenso, con secuencias breves pero impactantes, a modo de introducción de las diversas subtramas, arrancando con la extinción de los dinosaurios para saltar al Ártico y de ahí a Texas, casi sin respiro. No está ocurriendo casi nada, pero se palpa tensión en el ambiente y eso mola. Incluso el nuevo prota, pese al tufillo de topicazo que rezuma eso de padre viudo lidiando con su rebelde (pero atractiva, claro, que esto es Michael Bay y lo que se podría denominar como “plano de lucimiento de chica cañón” no puede faltar) hija adolescente, es ya de entrada mucho más interesante que el niñato insoportable que suponía el Sam Witwicky de la primera saga (aparte que Mark Wahlberg tiene, por lo menos, un carisma infinitamente superior al de Shia LaBeouf; como talento interpretativo van los dos más o menos igual de justitos).
La acción arranca de manera espectacular, con la ejecución de un Autobot por parte de un grupo militar respaldado por una especie de caza recompensas transformer y la aportación de actores de reconocido nivel como Stanley Tucci o Keiser Grammer. Y eso por no hablar de la impactante primera aparición de Optimus Prime, con la muerte de un supuesto protagonista que parece indicar que la cosa va en serio y que la amenaza, esta vez, sí es definitiva.  Estaba yo pegado al asiento, emocionado y planteándome si realmente Michael Bay lo había conseguido y me había atrapado con una película intensa y trepidante. No una obra maestra, por supuesto, pero tampoco es eso lo que se le pide a Transformers. Pero la cosa prometía espectáculo en estado puro.
Y entonces todo se estropea.
Voy a tratar de hacer un símil para ver si me explico mejor. Imaginaos ir a un espectáculo de circo y os entusiasmaros con la actuación de los payasos. Quizá empiecen con algún monólogo lleno de chistes, los típicos malentendidos que terminan con uno de ellos abofeteando al otro, quizá con los pantalones por los suelos, algún número acrobático con un triciclo estúpidamente pequeño y, por supuesto, el inevitable chorro de agua que surge de una margarita prendida en la solapa de uno de ellos. Y entonces llega el clásico entre los clásicos: la tarta estampada contra la cara. El público está entusiasmado, entre carcajadas y aplausos. Pero imaginaos ahora que el resto de la actuación son dos horas más (¡¡¡dos horas más!!!) de tartazos contra la cara. Nada más que eso. Pues esto mismo sucede con Transformers: La era de la extinción, que todo el interés desaparece en beneficio de una sucesión infinita de tartazos contra la cara que termina saciando y hasta aburriendo. Es como si en un momento dado el señor XXX, guionista de todo esto, hubiese descubierto que el cheque con el que le han pagado por su trabajo no tiene fondos y hubiese dejado que el libreto lo terminase la señora de la limpieza (con todos mis respetos para este sector) que en ese momento pasaba por ahí.
Todo lo que sigue es un despropósito total sin sentido del ritmo alguno, una estupidez tras otra que se limita sólo a destruir cosas y explotar coches sin un principio de continuidad que posibilite un mínimo desarrollo dramático, con personajes patéticos que caen en el ridículo (como el novio piloto ese que aún no se si es el héroe de la peli o el recurso cómico cobarde) o sacan de quicio (como la niñata hubiese continuado gritando y lloriqueando un solo minuto más yo mismo le volaba la cabeza, ¡por Dios!) y con la vergüenza ajena que provoca ver a tipos tan admirados como Tucci o Grammer haciendo el tonto de forma tan sonrojante. Y eso hablando de los momentos de acción, pues cuando se pretende hacer una pausa cómica los chistes son más estúpidos todavía y me convencen de que los actores, cuando firmaron el contrato, miraron más la cantidad que iban a cobrar que las líneas de guion que les correspondía.
No voy a profundizar en la historia (que no la hay) porque debo confesar que en cierto momento desconecté hasta el punto de no llegar a entender nada. Los robots van y vienen a su antojo, el personaje de Grammer aparece siempre en el punto del conflicto como si se teletransportara, no me enteré de porqué se origina el conflicto (de hecho, ¿cuál es el conflicto? ¿quién lucha contra quién? ¿los Autobots ayudan a los humanos o los odian? ¿acaso no se odian también entre ellos?)  y no me quedó muy claro de donde se sacan de la manga el transformer dinoraurio ni si es amigo o enemigo o ambas cosas a la vez, en uno de los momentos más esperados y que visualmente podría molar sino fuera porque desaprovechan estrepitosamente sus posibilidades.
Al final, el despiporre de acción consiguió aburrirme soberanamente y las más de dos horas y medias que dura la tontería se me antojaron como cinco, por lo menos. Y total para concluir con el mismo error de base de otras películas fallidas como El hombre de acero o Godzilla cuya pretendida carga dramática inicial se va al garete cuando se termina destruyendo ciudades enteras sin que en ningún momento tengamos la sensación de que muere nadie y el final sea bonito y feliz.
Estúpida y caótica, Michael Bay ha vuelto a tomarme el pelo con una película en la que parecía que iban a quemar las naves (se dice que es la última que Bay va a dirigir) y que al final lo único que ha conseguido quemar ha sido mi paciencia.
Aconsejable, eso sí, para echar alguna cabezadilla a salvo del agobiante calor estival. Total, es imposible perderse en el argumento porque no lo tiene…


2 comentarios:

  1. Mire usted señor Pandita multipliquese por cero la película está muy bien y como ahora hace falta em nuestra sociedad va bien tener un final feliz en el que no muere nadie porque desde hace ya tiempo no saben hacer películas en las que muera algun protagonista o acabe con el actor principal sacrificandose.Es una pelicula entretenida y no creo justo suspenderla aunque ciertamente no sea un peliculon del copón, por lo que considero un 6 una nota adecuada.

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    1. Yo no entro a valorar si una película debe tener un final feliz o no o si debe morir gente o no. Lo único que digo es que es evidente, visto lo visto en pantalla, que debe morir mucha gente y aún así nos tratan de vender lo del final feliz porque a los protas no les pasa nada. Lo mismo sucedía en El hombre de Acero y Godzilla. Para que me entiendas, pongo el ejemplo de Los Vengadores, que aún teniendo mucho más humor que drama dedica un momento a mostrar escenas de duelo. incluso en la cachonda Guardianes de la Galaxia, pese a que no se muestran escenas de luto sí hay un momento de conciencia de lo que sucede en sendos primeros planos de Nova Prime (Glenn close) o de Rocket.

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