En
2007 Robert Rodriguez y Quentin Tarantino dieron rienda suelta a sus fantasías
más frikis con ese homenaje al cine de serie B de los años 70 llamado Grindhouse (que aquí en España, ¿cómo
no?, tuvimos que ver mutilado y alargado en forma de dos películas
independientes).
El invento consistía en una especie de “sesión doble” de cine
casposo con Planet Zombie y Death Proof como platos fuertes y una colección
de falsos tráilers dirigidos por ellos mismos y sus amiguetes más íntimos entre
título y título. Uno de ellos fue Machete,
una marcianada protagonizada por el primo de Rodriguez, Danny Trejo que gustó
lo suficiente como para convertirse, en 2010, en película real.
Ese
Machete era una frikada de órdago que
homenajeaba a todos los elementos casposos de aquella época de cines de barrio
en sesión continua, totalmente pasada de vueltas, generosa en sangre, sexo y
violencia y que tenía su gracia por lo novedoso del invento y lo excesivo que
era todo en pantalla (aún recuerdo mis carcajadas viendo a Trejo saltar por la
ventana de un hospital agarrado, cual liana de Tarzán, a los intestinos de uno
de sus enemigos). Además, Rodriguez, como su mentor Tarantino, sabe rodearse de
buena compañía y la cosa no funcionó del todo mal. Por eso, y viendo el
espectacular reparto de su secuela, me sorprendió (aunque tampoco demasiado, ya
sabéis lo que opino de las distribuidoras españolas) que no se estrenara
comercialmente en cines y hayamos tenido que recurrir al DVD para…
¿disfrutarla?
Entrando
ya de lleno a valorar la película, la primera conclusión es que Robert
Rodriguez comienza a desgastarse peligrosamente. Demasiado acostumbrado a
malvivir de sus éxitos del pasado (El
Mariachi tuvo dos secuelas, Spy Kids
dos más y una especia de spin off y, aunque él no participara como director, Abierto hasta el amanecer cuenta con dos
continuaciones y una serie de televisión), Machete
Kills es una fotocopia de aquella gamberrada, algo más suavizada (no hay
desnudos en esta secuela y las escenas de gore son bastante burdas) y donde el
único aliciente es disfrutar de la colección de grandes figuras del cine que
pasean por ahí como quien va a una fiesta de celebritys que lucen palmito pero
poco más ninguno de ellos parece esforzarse especialmente en sus personajes (la
mayoría apenas garabateados) a excepción de ese gran actor injustamente
apaleado y olvidado por la industria como es Mel Gibson, capaz de hacer con su
mera presencia que la película suba enteros cada vez que aparece en plano.
En el lado opuesto, ese armario viejo y feo que es Danny Trejo parece en esta ocasión peor actor aún que de costumbre, que no quiere (o puede) aprovechar una de las escasas oportunidades de ser centro de atención y que ni siquiera tiene la oportunidad de provocar las carcajadas como el Machete original al convertirse en una especie de sex simbol irresistible para las damas más explosivas.
En el lado opuesto, ese armario viejo y feo que es Danny Trejo parece en esta ocasión peor actor aún que de costumbre, que no quiere (o puede) aprovechar una de las escasas oportunidades de ser centro de atención y que ni siquiera tiene la oportunidad de provocar las carcajadas como el Machete original al convertirse en una especie de sex simbol irresistible para las damas más explosivas.
Rodriguez
es un cachondo, y ello implica que algún momento de cachondeo destacable hay en
su película, como los pechos ametralladora de Sofía Vergara o el presidente de
los Estados Unidos crápula y fascista al que pone rostro Charlie Sheen (otro
gag ingenioso es presentar al actor como un debutante al utilizar su nombre
real: Carlos Estevez), pero no es suficiente como para salvar esta absurda
historia en la que Machete parece ser inmortal y la única esperanza para evitar
el fin del mundo.
Con
la colaboración de nombres como Lady Gaga, Antonio Banderas, Amber Heard,
Michelle Rodriguez, Cuba Gooding Jr., Vanessa Hudgens, el inevitable Tom Savini
o la breve aparición de Jessica Alba, Robert Rodriguez no hace más que copiarse
a sí mismo en un film que, perdida la capacidad de sorprender de su antecesora,
resulta flojo e insuficientemente divertido y que, desde luego, no invita a ver
esa anunciada continuación que se llamará Machete
mata… en el espacio. Incluso sirve para sembrar las dudas sobre otra
secuela inminente, la de Sin City,
que posiblemente se limite de nuevo a repetir los tics de la primera otra vez
con un impagable reparto.
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