En
2007 Robert Rodriguez y Quentin Tarantino dieron rienda suelta a sus fantasías
más frikis con ese homenaje al cine de serie B de los años 70 llamado Grindhouse (que aquí en España, ¿cómo
no?, tuvimos que ver mutilado y alargado en forma de dos películas
independientes).

Ese
Machete era una frikada de órdago que
homenajeaba a todos los elementos casposos de aquella época de cines de barrio
en sesión continua, totalmente pasada de vueltas, generosa en sangre, sexo y
violencia y que tenía su gracia por lo novedoso del invento y lo excesivo que
era todo en pantalla (aún recuerdo mis carcajadas viendo a Trejo saltar por la
ventana de un hospital agarrado, cual liana de Tarzán, a los intestinos de uno
de sus enemigos). Además, Rodriguez, como su mentor Tarantino, sabe rodearse de
buena compañía y la cosa no funcionó del todo mal. Por eso, y viendo el
espectacular reparto de su secuela, me sorprendió (aunque tampoco demasiado, ya
sabéis lo que opino de las distribuidoras españolas) que no se estrenara
comercialmente en cines y hayamos tenido que recurrir al DVD para…
¿disfrutarla?


Rodriguez
es un cachondo, y ello implica que algún momento de cachondeo destacable hay en
su película, como los pechos ametralladora de Sofía Vergara o el presidente de
los Estados Unidos crápula y fascista al que pone rostro Charlie Sheen (otro
gag ingenioso es presentar al actor como un debutante al utilizar su nombre
real: Carlos Estevez), pero no es suficiente como para salvar esta absurda
historia en la que Machete parece ser inmortal y la única esperanza para evitar
el fin del mundo.
Con
la colaboración de nombres como Lady Gaga, Antonio Banderas, Amber Heard,
Michelle Rodriguez, Cuba Gooding Jr., Vanessa Hudgens, el inevitable Tom Savini
o la breve aparición de Jessica Alba, Robert Rodriguez no hace más que copiarse
a sí mismo en un film que, perdida la capacidad de sorprender de su antecesora,
resulta flojo e insuficientemente divertido y que, desde luego, no invita a ver
esa anunciada continuación que se llamará Machete
mata… en el espacio. Incluso sirve para sembrar las dudas sobre otra
secuela inminente, la de Sin City,
que posiblemente se limite de nuevo a repetir los tics de la primera otra vez
con un impagable reparto.
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