Escrita
y dirigida por la tarraconense Belén Macías, de amplio bagaje televisivo, Marsella se presenta como un
enfrentamiento (tanto a nivel de personajes como interpretativo) entre dos
mujeres por el amor y la custodia de una niña.
Sara,
interpretada por María León con una solvencia excelente, aunque rozando
peligrosamente en encasillamiento en un tipo de personaje tan realista y
castizo como absolutamente carente de glamour cinematográfico, es la madre
biológica de Claire, a la que abandonó por sus graves problemas con la bebida y
de la que el estado se hizo cargo tras un incidente que podría haber tenido
graves consecuencias. Virginia, elegante y sufrida Goya Toledo, aunque no
siempre todo lo convincente que debería, es la madre de acogida de la pequeña,
la única madre que la pequeña Claire ha conocido y que junto a su marido le ha
brindado una vida cómoda y una impecable educación.
Ahora,
años después, Sara se ha rehabilitado y recuperado la custodia de su hija, con
la que se marcha hasta Marsella en busca del padre que nunca conoció como
excusa para pasar un tiempo a solas con ella y aprender a conocerse y quererse
de nuevo. Pero una serie de decisiones equivocadas y desesperadas forzará que
el camino de Sara y Virginia se cruce de nuevo y ambas madres compartan coche y
maternidad en busca de esa figura paterna que se intuye en el horizonte como la
última pieza del puzle que supone para Claire su pasado y sus orígenes.
Una
lucha de egos, un duelo entre dos mujeres obligadas a competir entre sí por el
cariño de aquella que ambos consideran su hija, que invita a la reflexión sobre
si la paternidad y el amor fraternal
está necesariamente ligada a una cuestión biológica o si puede ir mucho más
allá y el amor puede y debe imponerse a cuestiones simplemente genéticas. En
este sentido, la película avanza con notable firmeza, ofreciendo diversos
elementos de juicio para que cada cual se forme su propia opinión, con escenas
contundentes entre ambas actrices cargadas de una gran fuerza emocional y cuya
carga dramática se ve compensada por la sencilla calidez de la protagonista,
magnífica Noa Fontanals, que también se encarga de interpretar la canción que
cierra el film, y con la presencia del camionero interpretado por Edu Fernández
que impone con su presencia un alivio a la tensión entre las féminas y un toque
de cordura necesario para poder comprender la armonía y comprensión con la que,
pese a todo, transcurre el trayecto.
Sin
embargo, la labor de Belén Macías se tuerce al tomar decididamente partido por
una de las protagonistas al llegar a la recta final de esta intensa road movie,
impidiendo que esa reflexión a la que estaba invitando al espectador llegue a
buen puerto e imponiendo sus propias ideas, lo que hace pensar –junto a la
dedicatoria final-, que la historia de Marsella
es mucho más personal de lo que debería y que la propia Macías es parte
implicada, por lo que –en términos legales- el juicio debería declararse nulo.
Y
no es que la directora no tenga derecho a ser partidista en su historia (que
para eso es suya), sino que al hacerlo pierde la credibilidad, manipulando a
uno de los personajes para que actué no como debería sino como a ella le
interesa para su propio fin. Cualquier persona que haya estado implicado en un
caso de resolución de maternidad, acogida o incluso adopción sabe que detrás e
la bonita fachada que supone el querer defender y proteger a un niño se esconde
un sentimiento puramente egoísta. Si se pretende ser realista (y la película
aparentemente lo pretende), el argumento no versa en torno a qué es lo mejor
para Claire, sino en quién es mejor madre para ella. Y que llegados al final (y
no voy a revelar cuál es, por supuesto), una de las dos renuncie a todo por lo
que ha luchado sólo porque en un momento de revelación repentina pueda llegar a
aceptar que quizá ella no vaya a ser lo mejor para la niña es, simplemente,
irreal. Así, Macías tira por la borda su emotiva epopeya con una resolución
manipulada que rompe con la propia construcción de uno de los personajes, por más
que ello de pie a un plano bello y metafórico centrado en una solitaria veleta.
Con
todo, si el espectador es capaz de prescindir de este error final y componer su
propio juicio de valor, la película resulta emotiva, intensa y con muy buenas
interpretaciones, con lo que su visionado resulta claramente recomendable.
Aunque el final se desinfle…
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