En
ocasiones resulta reconfortante acudir a una sala de cine sin tener ni idea de
lo que te va a ofrecer la película en cuestión. Y si además, por una simple
cuestión de intuición, prevés que el film en cuestión va a ser un truño
insoportable, pues la cosa se pone interesante porque saber que por mala que
sea finalmente no va a reducir las expectativas. En estos casos puede ser,
incluso, que el resultado final sea bastante mejor de lo esperado.
Con
esto no quiero decir que En el ojo de la
tormenta sea una película buena, porque no lo es, pero hay que reconocer
que logra cumplir con su objetivo de entretener y mantiene una tensión que
muchas superproducciones de renombre no logran conseguir.
Pero
lo que más llama la atención es lo disparatado de su planteamiento. No me
refiero específicamente al guion, que a priori parece muy descabellado y
excesivo pero desconozco si tiene algún valor científico y si lo plasmado en
pantalla ha sucedido o podría suceder en la realidad. A lo que me refiero es a
ese extraño pastiche entre película de acción, drama telefílmico y gotas
propias del género de terror que desconcierta al espectador lo suficiente para
captar su interés, con ese incierto uso de la cámara en mano que no es más que
un recurso narrativo cuya finalidad no me queda muy clara y que se usa de
manera totalmente tramposa.
Ya
la primera escena, a modo de prólogo, está desarrollada con los esquemas
clásicos de los slashers de terror, sustituyendo al asesino de turno por una
tormenta eléctrica. A partir de ahí la trama se divide entre unos “cazadores de
tormentas” tras la última oportunidad de conseguir algo digno de ser filmado,
los problemas de un padre viudo con sus dos hijos y sus responsabilidades como
subdirector de una escuela y la
historieta de dos “colgaos” fanáticos del riesgo y los videos de youtube que
suponen un alivio cómico dentro de la tensión que propone la película.
Así,
mientras contemplamos la formación de la mayor tormenta jamás vista que va
arrasándolo todo a su paso los guionistas se esfuerzan en ofrecernos también un
puñado de dramas personales que si bien no aportan nada original al menos
demuestran la loable intención de profundizar en los protagonistas algo más de
lo habitual en el Hollywood actual (por poner un ejemplo, sabemos mucho más de
los problemas de comunicación en la relación padre/hijo así como lo sucedido
con la difunta madre en una peli de acción que no llega a noventa minutos de lo
que se nos explicó en las casi tres horas de Transformers: la era de la
extinción sobre el mismo tema).
Frente
a las cámaras, un puñado de actores desconocidos conscientes de que el
verdadero reclamo del film es la propia tormenta con tan solo dos rostros
mínimamente familiares pero sin suficiente caché como para aparecer siquiera en
el cartel de la película: Sarah Wayne Callies, quien tiene el privilegio de
haber sido la intérprete más odiada por los fans tanto en Prison Break como en The Walking Dead y Richard Armitage, cuyo
mérito principal hay que localizarlo bajo el maquillaje y los retoques
digitales que lo convirtieron en Thorin en la trilogía de El Hobbit.
Tras
las cámaras un director cuya única película reconocible es Destino Final 5 pero cuyo currículo mejora si consideramos que ha
sido director de la segunda unidad de Titanic
y Avatar. Steven Quale realiza un
curioso experimento al tratar de explicarlo todo a través de las filmaciones en
video que realizan los propios protagonistas pero inventando excusas para
saltarse las normas propias del género y ofrecer travelings, planos aéreos y lo
que le viene en gana, haciendo que parezca en muchos momentos una filmación
convencional. Lo que resulta evidente es que ese recurso ni aporta una tensión
especial (como en el caso de películas tipo REC)
ni reduce considerablemente el presupuesto (como tonterías tipo El heredero del Diablo) ya que los
efectos especiales lucen bastante y el truquito de la cámara en mano no oculta
tampoco las limitaciones presupuestarias que quedan bien cubiertas con maquetas
convencionales.
He
leído por ahí un titular que la definía como entretenimiento culpable y voy a
apropiarme del concepto. Porque eso es lo que la película, un Twister venido a menos o un telefilm
venido a más, una película flojita pero que hay que reconocer que engancha y
cumple con creces su cometido.
No
aporta grandiosidad a la cartelera, pero eso no siempre es necesario, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario