domingo, 31 de agosto de 2014

EN EL OJO DE LA TORMENTA (5d10)

En ocasiones resulta reconfortante acudir a una sala de cine sin tener ni idea de lo que te va a ofrecer la película en cuestión. Y si además, por una simple cuestión de intuición, prevés que el film en cuestión va a ser un truño insoportable, pues la cosa se pone interesante porque saber que por mala que sea finalmente no va a reducir las expectativas. En estos casos puede ser, incluso, que el resultado final sea bastante mejor de lo esperado.
Con esto no quiero decir que En el ojo de la tormenta sea una película buena, porque no lo es, pero hay que reconocer que logra cumplir con su objetivo de entretener y mantiene una tensión que muchas superproducciones de renombre no logran conseguir.
Pero lo que más llama la atención es lo disparatado de su planteamiento. No me refiero específicamente al guion, que a priori parece muy descabellado y excesivo pero desconozco si tiene algún valor científico y si lo plasmado en pantalla ha sucedido o podría suceder en la realidad. A lo que me refiero es a ese extraño pastiche entre película de acción, drama telefílmico y gotas propias del género de terror que desconcierta al espectador lo suficiente para captar su interés, con ese incierto uso de la cámara en mano que no es más que un recurso narrativo cuya finalidad no me queda muy clara y que se usa de manera totalmente tramposa.
Ya la primera escena, a modo de prólogo, está desarrollada con los esquemas clásicos de los slashers de terror, sustituyendo al asesino de turno por una tormenta eléctrica. A partir de ahí la trama se divide entre unos “cazadores de tormentas” tras la última oportunidad de conseguir algo digno de ser filmado, los problemas de un padre viudo con sus dos hijos y sus responsabilidades como subdirector de una escuela  y la historieta de dos “colgaos” fanáticos del riesgo y los videos de youtube que suponen un alivio cómico dentro de la tensión que propone la película.
Así, mientras contemplamos la formación de la mayor tormenta jamás vista que va arrasándolo todo a su paso los guionistas se esfuerzan en ofrecernos también un puñado de dramas personales que si bien no aportan nada original al menos demuestran la loable intención de profundizar en los protagonistas algo más de lo habitual en el Hollywood actual (por poner un ejemplo, sabemos mucho más de los problemas de comunicación en la relación padre/hijo así como lo sucedido con la difunta madre en una peli de acción que no llega a noventa minutos de lo que se nos explicó en las casi tres horas de Transformers: la era de la extinción sobre el mismo tema).
Frente a las cámaras, un puñado de actores desconocidos conscientes de que el verdadero reclamo del film es la propia tormenta con tan solo dos rostros mínimamente familiares pero sin suficiente caché como para aparecer siquiera en el cartel de la película: Sarah Wayne Callies, quien tiene el privilegio de haber sido la intérprete más odiada por los fans tanto en Prison Break como en The Walking Dead y Richard Armitage, cuyo mérito principal hay que localizarlo bajo el maquillaje y los retoques digitales que lo convirtieron en Thorin en la trilogía de El Hobbit.
Tras las cámaras un director cuya única película reconocible es Destino Final 5 pero cuyo currículo mejora si consideramos que ha sido director de la segunda unidad de Titanic y Avatar. Steven Quale realiza un curioso experimento al tratar de explicarlo todo a través de las filmaciones en video que realizan los propios protagonistas pero inventando excusas para saltarse las normas propias del género y ofrecer travelings, planos aéreos y lo que le viene en gana, haciendo que parezca en muchos momentos una filmación convencional. Lo que resulta evidente es que ese recurso ni aporta una tensión especial (como en el caso de películas tipo REC) ni reduce considerablemente el presupuesto (como tonterías tipo El heredero del Diablo) ya que los efectos especiales lucen bastante y el truquito de la cámara en mano no oculta tampoco las limitaciones presupuestarias que quedan bien cubiertas con maquetas convencionales.
He leído por ahí un titular que la definía como entretenimiento culpable y voy a apropiarme del concepto. Porque eso es lo que la película, un Twister venido a menos o un telefilm venido a más, una película flojita pero que hay que reconocer que engancha y cumple con creces su cometido.
No aporta grandiosidad a la cartelera, pero eso no siempre es necesario, ¿no?

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