sábado, 5 de mayo de 2018

NOCHE DE JUEGOS

Después del arrollador debut que David Fincher tuvo en 1995 con Seven, pocos imaginaban que su siguiente película The Game, conseguiría estar, como poco a la altura. En ella, el personaje interpretado por Sean Penn contrataba a una empresa para que pusiera la vida de su hermano (Michael Douglas) patas arriba y así darle una lección vital. Pues Noche de juegos, de John Francis Daley y Jonathan Goldstein no es ni más ni menos que una vuelta de tuerca en tono cómico a la propuesta de Fincher, al que también homenajean con constantes referencias a su tercera película, El club de la lucha.
Está sobradamente demostrada la vis cómica de Jason Bateman y Rachel McAdams, pero aquí demuestran tener una química especial y consiguen sostener, aunque bien secundados por Kyle Chandler, Sharon Horgan, Billy Magnussen, Lamorne Morris, Kylie Bunbury y Jesse Plemons, una trama tan absurda como bien orquestada llega de giros sorprendentes y vueltas de tuerca tan retorcidas o más como la de la propia The Game.
Noche de juegos es, en el fondo, una tontería, una comedia descerebrada y absurda, pero con un ritmo loco y momentos desternillantes, que busca conquistar al espectador con el gag continuo y rehuyendo de la escatología y el humor zafio, lo cual siempre es de agradecer.
Unos amigos se juntan de periódicamente para competir de forma casi obsesiva mediante tradicionales juegos de mesa, pero cuando el hermano de uno de ellos contrata una empresa para que recree un secuestro que deberán resolver y la realidad y la ficción se empiece a entremezclar las cosas se saldrán completamente de madre.
Cierto es que hay un cierto regusto a estereotipo en los roles de los protagonista (ella es la dama en apuros, gritona, cuya meta en la vida es ser madre mientras que él se aferra a su complejo de Peter Pan), pero que se le puede perdonar a cambio del divertimento que supone el invento y de lo bien que uno se lo puede llegar a pasar con esta hora y cuarenta minutos de locura y descontrol.
Y, además, con la aparición de notables secundarios como Danny Huston o Michael C. Hall.
No es una obra maestra ni lo pretende. Posiblemente ni siquiera llegue a ser recordada como una de las grandes comedias de la historia, pero al menos resulta refrescante y muy agradable de ver, lo que no es poco.

Valoración: Siete sobre diez.

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