Dany
Boom vuelve a la carga, y lo hace reciclando planteamientos de la que sin duda
es su mayor éxito como director: Bienvenidos
al norte.
Desde
entonces, su carrera ha despegado hasta convertirse en el cómico más popular
del país galo, haciendo que su nombre resuene internacionalmente y que cada nuevo
estreno suyo sea sinónimo de éxito, aunque posiblemente sea todavía su faceta
como actor lo más destacable (recuerden lo flojito que resultó su ultimo
trabajo, Una policía en apuros).
Bienvenidos al norte era una divertida comedia que se burlaba de los
tópicos entre los habitantes del sur de Francia y los del norte, que aparte de
arrasar en la taquilla nacional (sigue siendo la película francesa con mayor
recaudación y la segunda en general solo superada por Titanic) y cuenta con un remake italiano (Bienvenidos al sur) y una adaptación no oficial en nuestro país
como fue Ocho apellidos vascos y su secuela.
Mi familia del norte no es, en contra a lo que algunos han insinuado, una
secuela de aquella, pero sí toma ciertos elementos en común para narrar la
historia de Valentin, un prestigioso y glamuroso diseñador de muebles parisino
que guarda un terrible secreto: finge ser huérfano para no revelar al mundo que
su familia son un puñado de paletos descerebrados de un pueblucho del norte.
Pero claro, la verdad no tarda en salir a la luz o no tendríamos comedia… Tan
poco original es la trama (con accidente del protagonista por en medio), que
incluso me trajo a la memoria la reciente La tribu, que a su modo jugaba más o menos a lo mismo.
Danny
Boon no se ha roto la cabeza con su planteamiento y se mueve por lugares
comunes y muy previsibles, alternando el humor pretendidamente inteligente de unos
diálogos ágiles y centrados en la confusión lingüística con otros de puro slapstick.
No creo desvelar ningún secreto si digo que, tras esa capa de humor algo facilón
se esconde un mensaje sentimental y moralista en favor a los valores familiares
y la aceptación de las raíces, siendo todo una farsa para terminar
ridiculizando a los teóricos ridiculizadores, esos snobs de clase alta que se
sienten por encima del bien y del mal, y en ese trasfondo se encuentran algunos
de los mejores gags, sobre todo los que se burlan de ese supuesto “arte” que,
bajo el calificativo de “diseño” se convierte en inútil y hasta ridículo.
Mi familia del norte no siempre consigue provocar la carcajada que busca,
pero sí es capaz de mantener al espectador con una sonrisa permanente en la cara,
gracias a un trabajo muy eficaz de sus protagonistas, con Dany Boon y Laurence
Arné, con quien ya compartió pantalla en Manual de un tacaño, liderando el reparto.
Comedia
al uso, pues, eficaz y simpática, que con un corte muy francés propio del sello
Boon es capaz de alegrar una tarde sin más pretensiones que la de pasar un buen
rato y al salir, quizá, llamar a ese familiar lejano al que tenemos olvidado
para enviarle un saludo. Tampoco es necesario buscar mucho más.
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