lunes, 4 de junio de 2018

WONDERSTRUCK, EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS

Wonderstruck, el museo de las maravillas, es un drama infantil que, sin embargo, sabe huir perfectamente de la sensibilidad y la ñoñería barata. Bastante distanciada de Carol, la anterior película del director Todd Haynes, la película que adapta un relato de Brian Selznick (autor también de La invención de Hugo) es casi una fábula, un cuento de hadas que aúna dos líneas temporales que, separadas en el tiempo por cincuenta años, terminan por converger en un mismo punto tras mostrarnos dos historias relativamente simétricas. Algo parecido, en otro tipo de concepto, a la animada Your name.
Ben es un chico de Minnesota de los años setenta que, tras quedar sordo debido a un accidente, decide abandonar su ciudad en busca de un padre al que nunca llegó a conocer. Paralelamente, en los años 20, Rose, sordomuda de nacimiento, también emprenderá un viaje desde New Jersey con el objetivo de conocer a una famosa actriz con la que parece obsesionada. Con semejantes protagonistas, es evidente que los problemas de comunicación jugarán un importante papel en la película de Haynes, por lo que la aportación de la joven actriz Milicent Simmonds, sordomuda en la vida real y a la que vimos recientemente en Un lugar tranquilo, jugará un papel fundamental.
Con la ausencia de diálogos que enriquezcan el guion, Haynes se esfuerza por conseguir un planteamiento visual llamativo, empezando por el uso del blanco y negro en la parte correspondiente a Rose que ayude a diferenciar ambas líneas temporales.
Siendo la ruptura de la estabilidad familiar un elemento que aúna ambas historias, Haynes podría haber optado por la crudeza del drama más dickensiano en su propuesta, pero prefiere ir por un camino más agradable y ofrecer una historia dulce y positiva, de buenos sentimientos y donde un aroma de magia impregna constantemente el ambiente. Eso siempre es de agradecer, por más que, una vez puestas las cartas sobre la mesa, la apuesta de Haynes empieza a perder fuelle, teniendo la película un final algo alargado y deslucido. Una vez se unifican las dos historias da la sensación de que el asunto queda algo forzado, impuesto, quizá, y aunque la película no llega a venirse abajo deja un regusto amargo de decepción que impide que se disfrute de la misma como se merecía.
Con todo, la simpatía de la propuesta es suficiente para aprobar su visionado y poder disfrutar del mismo, pese a que la pomposidad del título quede algo en evidencia y las maravillas prometidas sepan, posiblemente, a poco.

Valoración: Seis sobre diez.

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