lunes, 4 de junio de 2018

QUÉ FUE DE BRAD

Desde hace ya un tiempo la carrera cinematográfica de Ben Stiller parece haber tomado un tono más serie de lo habitual. Ya en su faceta cono director, este actor acostumbrado a las payasadas enmascaraba tras sus historias locas y desquiciadas un poso de cinismo y trasfondo oculto bastante palpable, siendo La vida secreta de Walter Mitty el ejemplo más claro.
En su faceta como actor la cosa va en la misma línea, y pese a seguir con comedias más o menos familiares como Noche en el museo 3 o Zoolander nº2, Stiller ha protagonizado en los últimos tiempos títulos algo más serios como la producción para Netflix The Meyerowitz stories, al lado de Adam Sandler y Duston Hoffman, y, sobretodo, Mientras seamos jóvenes, en cierto modo hermanada con Qué fue de Brad.
Ambas películas tienen en común una cierta reflexión sobre la madurez y el paso del tiempo, centrada en una hipotética crisis de los cincuenta, edad que Stiller ha superado recientemente. Mientras que en Mientras seamos jóvenes su personaje y el de Naomi Watts se enfrentaban al conflicto generacional personificado en la figura de un “hypster” como Adam Driver, en Qué fue de Brad el planteamiento versa en la comparativa con otros compañeros de generación, en cómo medir el éxito o el fracaso en la vida en función del prestigio social y el poder económico de cada uno y, sobretodo, en la herencia en forma de conocimientos y sabiduría para legar a los hijos.
Por eso, un vistazo apresurado y superficial podría calificar a Brad, el personaje de Stiller como el de un envidioso frustrado por lo poco que ha logrado en su vida, siendo el punto culminante de esa decepción la conversación desangelada y totalmente derrotista que tiene con una joven en la que ve representados sus propios ideales de cuando él mismo era un crío soñador y con principios. Sin embargo, mirada en profundidad, Qué fue de Brad es una interesante reflexión sobre la dificultad de reconocerse a uno mismo, de asumir los actos propios y saber vivir con las consecuencias de ellos y, sobre todo, de valorar las cosas verdaderamente importantes en la vida, que van mucho más allá de una simple posición social o financiera.
Narrada mediante un viaje que el protagonista hace con su hijo en busca de una Universidad idónea para él, Qué fue de Brad navega entre la comedia y el drama, presentando a un padre por momentos ridículo y cuya principal lección de vida le viene dada por el hijo, en una previsible aunque hábil versión de “el mundo al revés” gracias al cual Brad puede dejar de verse reflejado en el espejo de sus exitosos (aunque también imbéciles) amigos para poder reconocerse a sí mismo y a su familia y conseguir, de una vez, valorar lo valioso de lo que tiene.
Para ello, el director Mike White compone una película fresca y amable, sin huir de los necesarios toques de humor que humanicen a Brad y evitando caer en los tópicos de un cine indie tan propenso a estos temas. También Stiller se mueve como pez en el agua en esta faceta más seria e incluso amargada de su trayectoria cinematográfica, bien acompañado por nombres como Michael Sheen, Jenna Fischer o Luke Wilson.

Valoración: Siete sobre diez.

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