Ya
desde su debut como director con Reality
bites (Bocados de realidad) Ben Stiller demostró que era algo más que un
simple actor de comedia de brocha gorda, habiendo sabido siempre alternar todo
tipo de comedias ligeras como actor (desde grotescas como Algo pasa con Mary, convencionales como la saga Los padres de ella o incluso de corte
infantil como Noche en el museo) con
apuestas algo más inteligentes como director.
Fue
precisamente con Zoolander que el
gran público lo descubrió, convenciendo con aquella alocada comedia donde
aprovechaba para burlarse cruelmente del mundillo de la moda y los estereotipos
de diseño y creando a un personaje estúpido pero entrañable que estaba claro
que tarde o temprano tendría que regresar a las pantallas). Tras la brillante Tropic Thunder y la más reflexiva
(aunque algo fallida) La vida secreta de
Walter Mitty, Stiller ha recuperado por fin a su personaje más celebrado,
este Derek Zoolander de nuevo acompañado por el Hansel al que da vida Owen
Wilson y a los que se une en esta ocasión nuestra Penélope Cruz interpretando a
una exmodelo de bañadores y actual agente de la Interpol.
Zoolander 2 sigue los pasos marcados por su predecesora y
actualiza su sátira a los tiempos actuales (han pasado quince años entre ellas)
con unos Zoolander y Hensel tan rematadamente idiotas como antaño pero
atrapados ahora en un mundo que no comprenden y que se ha modernizado sin
contar con ellos.
Stiller,
que es coautor del guion, recupera momentos de máxima gloria para su personaje,
convertido en un inepto agente secreto que bien podría compartir pantalla con
Johhny English o el propio Torrente y consigue crear algún que otro gag
memorable, como la muerte de Justin Beaver que abre el film (y que demuestra
que el cantante tiene sentido del humor) pero que por lo general se pierde en
un exceso de “frikadas” que no encajan con la habilidad que lo hacían en la
peli del 2001.
Todo
en Zoolandes 2 es completamente absurdo, descomunalmente ridículo y
caricaturesco. Y así, claro, es imposible no encontrar muchos momentos para la
carcajada. Sin embargo, tanto cameo (alguno demasiado impuesto) y surrealismo
(el personaje de Kristen Wiig me saca por completo de la trama) terminan por
lastrar una película que no supera en ningún momento a la primera y que podría
situarse entre lo más flojo de la trayectoria de Stiller como realizador.
Sin
que ello signifique, desde luego, que sea un buen divertimento y un buena
ocasión de pasar un buen rato sin más.
Valoración:
6 sobre 10.
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