domingo, 28 de febrero de 2016

LA HABITACIÓN: magnífica y caustrofóbica.

A riesgo de repetirme con los argumentos de mis últimos comentarios, estamos de nuevo ante una película donde una de las cosas que más destacan es el poderío interpretativo de la actriz protagonista. Brie Larson, principal favorita para llevarse el Oscar esta noche, es el alma de La habitación, aunque no hay que olvidar a Jacob Tremblay, que sería el corazón de la misma.
La habitación cuenta la historia de una joven que siendo niña fue secuestrada y encerrada en una caseta de jardín. Allí ha sobrevivido los últimos siete años, siendo violada rutinariamente por su captor y sin más vía de escape que el de criar al niño que ha tenido fruto de esas relaciones.
La película, un drama desgarrador que, por más que su argumento invite a pensarlo, nada tiene que ver con un melodrama televisivo del montón, está marcado por dos partes bien diferenciadas. La primera, claustrofóbica y angustiante, recuerda ligeramente al film de Benigni La vida es bella, ya que Joy, la madre a la que da vida Brie Larson, construye un mundo imaginario para su hijo en el que no parece existir nada más que el interior de ese habitáculo de apenas diez metros cuadrados.
En la segunda, recuperando la alegoría de la caverna de Platón, Joy y, sobretodo, el pequeño Jack deben enfrentarse al mundo real, a un mundo que para el chavalín de cinco años es totalmente desconocido y sorprendente.
Sin querer buscar el drama fácil o truculento, el director Lenny Abrahamson construye una fábula aterradora donde consigue aunar dos lenguajes cinematográficos completamente antagónicos según el momento de la película en el que se encuentre, dotando a la historia de una serie de sutilezas en las que no necesita insistir para que dejen huella (la negativa del abuelo de mirar a su nieto a la cara, por ejemplo, ya que no puede evitar pensar en que su padre es el violador y secuestrador).
Con una interpretación contenida y perfecta, Brie Larson consigue hacer creíble su personaje de madre coraje, de mujer que debe crear una realidad nueva para su hijo y sobrevivir a la locura de su encarcelamiento, mientras que Jacob Tremblay, pese a su corta edad, está impresionante, realizando en todo momento una composición creíble y racional.
Tras la salida de la habitación podría pensarse que la historia va a decaer, perdiendo una de las cargas dramáticas de la trama, pero Abrahamson consigue, con su cambio de estilo, mantener la emoción a flor de piel, jugando con las sensaciones de los dos personajes, madre e hijo, y su adaptación, o no, al nuevo entorno, con momentos que pueden evocar ligeramente a la magnífica Perdida de Fincher, y que demuestran que el trabajo de un director puede resultar magnífico sin necesidad de caer en artificios extravagantes o artificiales como sus colegas Iñárritu o Miller.
Esta noche, El Renacido y Mad Max se van a dar de tortas por ganar el Oscar, pero La habitación puede que sea, por encima de esas dos tonterías muy bien maquilladas, la mejor película del año.

Valoración: nueve sobre diez.

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