Sherlock Gnomes es una cinta de animación al uso, una de esas tantas secundarias que sobreviven con mayor o menor gracia a la sombra de Disney y Pixar y que, conscientes de su posición, rehúyen de buscar un humor inteligente y de doble lectura para centrarse en lo que aspira a ser, un buen divertimento para los niños.
Con una animación cuidada y elegante, la película se plantea como una secuela de Gnomeo y Julieta, trasladando a los pintorescos ornamentos de jardín hasta el mismísimo Londres con lo que la película gana mucho gracias a la infinidad de escenarios que la capital británica les brinda.
En esta ocasión, zanjado ya el amorío shakesperiano, la trama va sobre la desaparición de figuras de jardín a lo largo de toda la ciudad, un misterio que solo el popular detective y protector de gnomos de jardín, Sherlock Gnomes, puede resolver.
Han sido tantas veces adaptadas (y maltratadas) las novelas de Conan Doyle, que uno no puede evitar ver en el Sherlock Gnomes al que da voz, en la versión original, Johnny Deep, a una mezcla entre el carácter prepotente y soberbio del Sherlock de Benedict Cumberbatch y las escenas de acción más propias del cine de superhéroes heredadas del Holmes de Robert Downey Jr.
Con todo, el film resulta ser una película de humor blanco, con personajes poco trabajados pero situaciones muy divertidas, un espectáculo de color para los más pequeños y cuya moralina inevitable, más allá de la consabida loa a la amistad y el amor (el concepto de la unión hace la fuerza nunca falla), es la de proponer a los niños un mundo nuevo para ellos: si con esta película (como con la anterior) se logra que entren de buen gusto en el mundo de El Perro de los Baskerville, Un estudio en escarlata y demás, bienvenida sea la película.
Eso sí, mucho me temo que el invento no tiene un largo recorrido, y me inquieta hasta cuando quieran seguir estirando el chicle de los muñequitos de escayola.
Valoración: Cinco sobre diez.
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