martes, 27 de febrero de 2018

15:17. TREN A PARÍS

Aunque nunca he sido un gran fan del cine de Clint Eastwood, que en esa busca del héroe cotidiano y el melodrama fácil parece que lleva años haciendo variaciones de su misma película, debo reconocerle algunos aciertos innegables, siendo en mi opinión Sully el último de ellos. La película de Tom Hanks, sin embargo, era una rara excepción en unos años muy alejados de sus títulos más afamados, como Sin Perdón, Cazador blanco, corazón negro o Gran Torino, anclado como estaba en un cine simplón y sin personalidad.
Por desgracia, 15:17. Tren a París se engloba en esta última categoría. De nuevo con unos “héroes por accidente” como pretexto y mostrando su cara más republicana, tal y como hizo en la igualmente mediocre El francotirador, Eastwood se inspira en una historia real, la del frustrado atentado a un tren lleno de pasajeros por parte de tres jóvenes militares que casualmente disfrutaban de unas vacaciones recorriendo Europa.
Confieso que las escenas del asalto están bien filmadas, y mantienen la emoción incluso sabiendo de antemano su desenlace, y puede que algunos de los flashbacks con los que adorna la historia mostrándonos el pasado de los protagonistas ayuden a conocerlos mejor. Sin embargo, esto no da para más que un cortometraje o, en el mejor de los casos, un documental sobre el asalto. Toda la paja de relleno que Eastwood nos ofrece con los chicos pasándoselo bien por distintas ciudades europeas no es más que un tributo a la época del selfie y un pretexto para que la productora le pague unas vacaciones recorriendo el viejo continente. Casi nada de lo que hay en la película, a excepción de ese efímero cuarto de hora final, aporta demasiado, resultando insípida e incluso tediosa, Se trata de una propuesta tan plana que ni siquiera se la puede calificar como mala. Simplemente es anodina.
Y no es que la curiosa decisión de prescindir de actores profesionales e invitar a los propios protagonistas de los hechos a interpretarse a sí mismos lastre mucho la cosa, porque no es que los chicos lo hagan mal del todo, pero desde luego que la falta de tablas (y, por lo tanto, de carisma) ayude demasiado a levantar una propuesta que no hace más que recordar que los mejores años del vaquero Clint quedaron ya muy atrás.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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