lunes, 5 de febrero de 2018

C'EST LA VIE

Cuando en 2011, la dupla formada por los directores y guionistas Olivier Nakache y Eric Toledano diseñaron Intocable lograron un tremendo éxito internacional, dándose a conocer al mundo entero y convirtiéndose en centro de atención del respetable, que esperaba ansioso su siguiente trabajo. Este tardó tres años en llegar y fue la inferior Samba. Repitiendo protagonista, trataron de recrear el éxito anterior con una película de denuncia, supuestamente reflexiva y con conciencia que no llegó a funcionar.
El nuevo trabajo de esta pareja es C’est la vie, donde regresan al terreno en el que mejor se desenvuelven, el del humor, y componen una película muy completa, mucho más divertida que aquella algo sobrevalorada intocable y que sustituye el elemento dramático sentimental algo empalagoso por unas simples pinceladas reflexivas que no permiten que en ningún momento decaiga el buen humor y la locura.
Es muy frecuente recurrir al mundo de las bodas para decorar una película, siendo estas casi un subgénero propio. Sin embargo, lo habitual es que el argumento se centre en los invitados o el novio, no en los trabajadores que participan en ella. Sin embargo, Nakache y Toledano deciden pasarse al otro lado y mostrarnos el bodorrio desde el pinto de vista de los organizadores, camareros, músicos y demás. El equipo que rodea a Max Angély, un veterano organizador de eventos, es casi como una familia, con sus amores y odios y todos los roces que una profesión de tanta exigencia les provoca. Inspirándose en situaciones realistas, los directores realizan varias vueltas de tuerca para rozar el absurdo en un único día desquiciante y surrealista que, en el caso del protagonista, servirá para reflexionar sobre su vida, su presente y su futuro, y para tomar decisiones vitales para él y su equipo.
Lidiando con un egocéntrico novio, camareros novatos, desastres alimentarios, amoríos inoportunos y músicos de sustitución, la película es una locura tremendamente divertida, algo previsible en su tramo final pero que no deja de provocar en cualquier momento la carcajada y que, al amparo de muy buenos actores, es un delirio visual, musical y narrativo.
Lejos de profundas cargas dramáticas ni mensajes sociales, esta es la más redonda película de Nakache y Toledano, recordando que puede ser más meritorio hacer reír que hacer llorar y logrando sacar partido a un tema tan trillado y desgastado para el cine como son las bodas a lo grande.
Esta fue, por cierto, la película que pude ver hace ya varios meses con motivo de la celebración del aniversario del programa de radio La Claqueta y que, por diversos motivos, no pude comentar en su momento, y que tras un segundo visionado mantiene su frescura y buen ritmo.
Una gran comedia francesa, esta vez sí.

Valoración: Ocho sobre diez.

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