Cuando
en 2011, la dupla formada por los directores y guionistas Olivier Nakache y
Eric Toledano diseñaron Intocable
lograron un tremendo éxito internacional, dándose a conocer al mundo entero y convirtiéndose
en centro de atención del respetable, que esperaba ansioso su siguiente
trabajo. Este tardó tres años en llegar y fue la inferior Samba. Repitiendo protagonista, trataron de recrear el éxito
anterior con una película de denuncia, supuestamente reflexiva y con conciencia
que no llegó a funcionar.
El
nuevo trabajo de esta pareja es C’est la vie, donde regresan al terreno en el que mejor se desenvuelven, el del
humor, y componen una película muy completa, mucho más divertida que aquella
algo sobrevalorada intocable y que sustituye el elemento dramático sentimental
algo empalagoso por unas simples pinceladas reflexivas que no permiten que en
ningún momento decaiga el buen humor y la locura.
Es
muy frecuente recurrir al mundo de las bodas para decorar una película, siendo
estas casi un subgénero propio. Sin embargo, lo habitual es que el argumento se
centre en los invitados o el novio, no en los trabajadores que participan en
ella. Sin embargo, Nakache y Toledano deciden pasarse al otro lado y mostrarnos
el bodorrio desde el pinto de vista de los organizadores, camareros, músicos y
demás. El equipo que rodea a Max Angély, un veterano organizador de eventos, es
casi como una familia, con sus amores y odios y todos los roces que una
profesión de tanta exigencia les provoca. Inspirándose en situaciones
realistas, los directores realizan varias vueltas de tuerca para rozar el
absurdo en un único día desquiciante y surrealista que, en el caso del
protagonista, servirá para reflexionar sobre su vida, su presente y su futuro,
y para tomar decisiones vitales para él y su equipo.
Lidiando
con un egocéntrico novio, camareros novatos, desastres alimentarios, amoríos
inoportunos y músicos de sustitución, la película es una locura tremendamente
divertida, algo previsible en su tramo final pero que no deja de provocar en cualquier
momento la carcajada y que, al amparo de muy buenos actores, es un delirio
visual, musical y narrativo.
Lejos
de profundas cargas dramáticas ni mensajes sociales, esta es la más redonda
película de Nakache y Toledano, recordando que puede ser más meritorio hacer reír
que hacer llorar y logrando sacar partido a un tema tan trillado y desgastado para
el cine como son las bodas a lo grande.
Esta
fue, por cierto, la película que pude ver hace ya varios meses con motivo de la
celebración del aniversario del programa de radio La Claqueta y que, por diversos motivos, no pude comentar en su
momento, y que tras un segundo visionado mantiene su frescura y buen ritmo.
Una
gran comedia francesa, esta vez sí.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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