Resulta
refrescante que en estos tiempos en que lo digital lo absorbe todo continúen
existiendo compañías que apuesten por la forma de trabajar más artesanal. No
quiero decir con esto que no haya retoques digitales en las producciones de Aardman,
desde luego, pero por encima de todo sigue imperando el arte y la paciencia es
este stop motion tan característico de ellos que popularmente se define como el
realizado con figuras de plastilina.
Sin
embargo, algo que ha distinguido también a Aardman han sido sus guiones,
inteligentes y bastante punzantes. Han sido muy aplaudidas las lecturas ocultas
en sus personajes más célebres, Wallace y
Gromit, así como en su más reciente película, La oveja Shaun, por no nombrar ya lo obvio, Chicken Run: Evasión en la granja.
No
obstante, ese guion inspirado y eficaz es lo que más he echado en falta en Cavernícola. Con un aspecto visual
maravilloso y entrañable, plenamente autoconscientes de la fealdad y
deficiencias de sus personajes, la película tiene un arranque magnífico,
ilustrando la extinción de los dinosaurios, la aparición del hombre (y la
creación del fútbol) y el posterior salto evolutivo que dio pie a la Edad de
piedra. Sin embargo, la evolución nunca se detiene, y con la llegada de la Edad
del Bronce los cavernícolas protagonistas son expulsados de sus tierras por una
civilización más poderosa y cruel, que los podría condenar a la extinción
definitiva. Solamente la intervención de Dug, que desafiará en duelo a los
invasores, les ofrece un halo de esperanza. Lástima que esa esperanza simbolice
también el momento en que la película deja de tener interés y se convierte en
un pastiche lleno de referencias obvias y chistes manidos.
La
película no aspira a tener el más mínimo rigor histórico, eso está bien claro,
pero tampoco es que importe demasiado. Es un divertimento con la metáfora nada
sutil de la opresión de los fuertes sobre los débiles y repite el clásico
esquema de la animación de que el personaje más improbable, armado del valor
suficiente, puede llegar a ser un héroe. A partir de ahí, villanos de opereta,
alianzas tan imposibles como obvias y un desenlace facilón y efectista. Es, en
fin, como si tomáramos a cualquier protagonista Disney y lo pusiéramos a
liderar a la panda de Que baje Dios y lo vea.
No
quiero decir con esto que el resultado final sea malo. La animación es tan
destacable que es capaz de predominar por encima de la historia en sí misma y
eso solo ya justifica el precio de la entrada, pero se esperaba más de un
producto Aardman, que tiene un gran arranque y se termina deshaciendo como sus protagonistas
bajo el sol.
Debo
aclarar, eso sí, que en su versión doblada Hugo Silva y Mario Vaquerizo (me voy
a permitir salvar de la quema a Chenoa) ponen las voces a los dos antagonistas,
con un resultado tan espantoso que sin duda puede influir en la valoración
final del film, por más que esto no sea responsabilidad directa de la película.
Valoración:
Cinco sobre diez.
una película a la que le tengo muchas ganas, queda esperar que en México aun faltan meses para que salga
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