martes, 27 de febrero de 2018

THE PARTY

Sally Potter es una directora y guionista británica cuyo trabajo más recordado hasta la fecha sea Orlando pero que con The Party, pese a su aparente sencillez, consigue la que posiblemente sea su obra más completa.
Filmada en un apacible blanco y negro, Potter disfraza la película de cuento inofensivo, como si de una comedia familiar cualquiera se tratase, de esas que, al amparo de la genial Los amigos de Peter, convierten una velada de amigos en una guerra abierta a base de desempolvar los trapos sucios, algo así como lo que ha hecho recientemente Álex de la Iglesia con su exitosa Perfectos desconocidos.
Sin embargo, bajo esa capa de comedia negra, Potter esconde una serie de ácidas reflexiones, tirando con bala contra diversos estamentos de la sociedad, tales como el poder político, el feminismo o el simple concepto de familia. No busca para ello unos personajes comunes, fáciles de conseguir la identificación por parte del público, sino que se ampara en la burguesía, una clase alta de esnobistas ideales progresistas que, con todo su dinero y todo su estatus social, una vez desnudados de sus miserias, no son tan diferentes del más común de los mortales.
Todo comienza con el nombramiento de la protagonista como ministra del Gobierno. Sin embargo, la velada en su casa para celebrar la notica no se desarrollará de la manera prevista, creándose una sucesión de conflictos, en apariencia nada cómicos, que, regados con unos punzantes y ágiles diálogos, componen un magnífico vodevil en el que, con apenas setenta y un minutos de metraje, se dice mucho.
Todo ello, pese a la brillante labor de Potter, posiblemente no habría sido posible sin un reparto de gran nivel, y por ello todos los elegidos por la británica no solo son grandes nombres de la industria, sino que están realmente brillantes: Kristin Scott Thomas, Patricia Clarkson, Emily Mortimer (ambas recién salidas de compartir rodaje en La Librería), Bruno Ganz, Cherry Jones, Cillian Murphy y Timothy Spall. Siete únicos actores que componen un retrato casi teatral (en algún momento me vino a la memoria Un dios salvaje, de Roman Polanski) pero que con la habilidad de Potter para mover la cámara por los escasos escenarios evita caer en el estancamiento visual y filma una pieza digna de elogio.

Valoración: Ocho sobre diez.

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