The Florida Project es la clásica película independiente (con permiso de Lady Bird) con presencia en los Oscars,
aunque sin apenas posibilidades de ganar ninguno.
Dirigida
por Sean Baker, autor de las también diminutas Tangerine y Prince of
Broadway, aquí ha contado por lo menos con el apoyo de una estrella del
nivel de Willem Dafoe para dar el necesario empujón al film que le permita
tener un poco de visibilidad. Un poco o un mucho, a tenor de su nominación al
Oscar a la mejor película, aunque no parece que esa nominación (junto a la del
propio actor) le haya dado un gran impulso en pantalla.
The florida Project titubea constantemente entre la comedia y el drama.
Es, en el fondo, una historia muy triste y desgarradora, la de una madre
soltera que debe malvivir en un motel miserable junto a otros desarraigados
como ella, teniendo que llegar a recurrir a la venta ilegal e incluso a la
prostitución para salir adelante. Sin embargo, el hecho de que la historia esté
vista desde los ojos de su hija de siete años, la sorprendente actriz Brooklyn
Prince (nada que ver con la anterior película mencionada del director,
curiosidades de la vida), reciente ganadora de un Critics’ Choice Awards en la
categoría de mejor intérprete juvenil, le da ese necesario toque de candidez y simpatía.
Prince se come la pantalla (y la historia) en todo momento con esa mezcla entre
picardía e ingenuidad, logrando endulzar la dureza de la historia y
permitiéndonos digerir la película con una sonrisa en el rostro.
The Florida Project es la cara más amarga y realista del sueño americano,
una historia de perdedores, víctimas del capitalismo más consumista, que, como
si de una broma de mal gusto se tratara, viven en moteles decadentes a los pies
de la mismísima Disneyland.
No
me atrevería a asegurar si The Florida
Project merece estar entre las mejores películas del año (aunque en algún
momento sacaré tiempo para meditar sobre otras películas que desde luego no merecerían
estar en esa lista y sobre las notables ausencias), pero no cabe la menor duda
de que se trata de una pequeña joyita, eso sí, no apta para cualquier estómago.
Valoración:
siete sobre diez.
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