miércoles, 28 de febrero de 2018

LADY BIRD

Cuando escribí sobre The Florida Project la describí como la aportación del cine independiente a la Ceremonia de los Oscar. Siendo así, ¿dónde cabe ubicar a Lady Bird?
No cabe duda que hay que definirla también como cine independiente, realizado fuera de las grandes productoras y con una directora (a la par que guionista) que procede, como actriz, de ese mundillo. Este es el debut tras las cámaras de Greta Gerwig, que, siguiendo los consejos que se suele dar a los novelistas noveles, se ha basado en sus propias experiencias para construir la historia del film. Aunque Lady Bird es (o parece ser) mucho más que eso.
No es que Lady Bird sea una autobiografía, pero no cabe duda que la historia de la protagonista contiene muchas similitudes con la de la propia Gerwig, tal y como la película “pequeña” de más éxito en nuestro país, Estiu 1993 era también un recorrido por el pasado y los recuerdos de su directora, Carla Simón.
Christine McPherson, brillantemente interpretada por Saoirse Ronan (joven actriz de renombre a la que también le gusta deambular por el cine independiente, como demostró con Brooklyn), es una adolescente rebelde, empeñada en hacerse llamar Lady Bird, que en la frontera entre los diecisiete y los dieciocho años descubrirá lo difícil que es enfrentarse a decisiones cruciales que pueden marcar su vida. El primer amor, la decisión de elegir universidad, las nuevas amistades, el deseo de escapar de su ciudad natal, el enfrentamiento con el poder paterno… Pequeñas historias que forman su día a día, detalles algunos sin importancia, pero de gran dramatismo a esa difícil edad que, por sí solos, no suponen ninguna novedad. El mundo del celuloide está repleto de historias semejantes sobre el paso de la adolescencia a la madurez, ya sea desde un punto de vista divertido, como era el eje central de muchas comedias de John Hughes, terrorífico (como en cualquier versión de Carrie o la angustiante Crudo) o un tono más serio, como Juno o Las Vírgenes suicidas, por nombrar solo algunos de los miles de ejemplos.
¿Qué tiene de especial esta Lady Bird para que haya entusiasmado tanto, estando incluso como favorita para el Oscar de alguna lista? Pues posiblemente nada. O quizá, todo. El secreto de Lady Bird es que pese a no inventar nada nuevo todo lo que hace lo hace bien, y ese conjunto de pequeños aciertos la terminan convirtiendo en una gran película. ¿Suficiente? No para mí. Y dudo que si no fuese por la necesidad de resaltar en esta ceremonia algún título dirigido por una mujer (como ya vaticinó en su momento Spielberg) hubiese tenido tanta repercusión. Pero las cosas son como son y no siempre se valoran por su calidad.
El peligro ahora es que la balanza se incline hacia el lado contrario, y la visión feminista que impregna a este film invite a valorarla menos de lo que merece. No es la mejor película del año, pero es una muy buena película. Y como tal quiero destacarla.
Porque a veces, lo bonito es hablar solo de cine. Y Greta Gerwig ha demostrado saber bastante de ello. Incluso puede que más que como actriz, que es teóricamente lo suyo.

Valoración: Siete sobre diez.

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