Cuando
escribí sobre The Florida Project la describí
como la aportación del cine independiente a la Ceremonia de los Oscar. Siendo
así, ¿dónde cabe ubicar a Lady Bird?
No
cabe duda que hay que definirla también como cine independiente, realizado
fuera de las grandes productoras y con una directora (a la par que guionista) que
procede, como actriz, de ese mundillo. Este es el debut tras las cámaras de
Greta Gerwig, que, siguiendo los consejos que se suele dar a los novelistas
noveles, se ha basado en sus propias experiencias para construir la historia
del film. Aunque Lady Bird es (o
parece ser) mucho más que eso.
No
es que Lady Bird sea una
autobiografía, pero no cabe duda que la historia de la protagonista contiene
muchas similitudes con la de la propia Gerwig, tal y como la película “pequeña”
de más éxito en nuestro país, Estiu 1993
era también un recorrido por el pasado y los recuerdos de su directora, Carla
Simón.
Christine
McPherson, brillantemente interpretada por Saoirse Ronan (joven actriz de
renombre a la que también le gusta deambular por el cine independiente, como
demostró con Brooklyn), es una
adolescente rebelde, empeñada en hacerse llamar Lady Bird, que en la frontera
entre los diecisiete y los dieciocho años descubrirá lo difícil que es
enfrentarse a decisiones cruciales que pueden marcar su vida. El primer amor,
la decisión de elegir universidad, las nuevas amistades, el deseo de escapar de
su ciudad natal, el enfrentamiento con el poder paterno… Pequeñas historias que
forman su día a día, detalles algunos sin importancia, pero de gran dramatismo
a esa difícil edad que, por sí solos, no suponen ninguna novedad. El mundo del
celuloide está repleto de historias semejantes sobre el paso de la adolescencia
a la madurez, ya sea desde un punto de vista divertido, como era el eje central
de muchas comedias de John Hughes, terrorífico (como en cualquier versión de Carrie o la angustiante Crudo) o un tono más serio, como Juno o Las Vírgenes suicidas, por nombrar solo algunos de los miles de
ejemplos.
¿Qué
tiene de especial esta Lady Bird para
que haya entusiasmado tanto, estando incluso como favorita para el Oscar de
alguna lista? Pues posiblemente nada. O quizá, todo. El secreto de Lady Bird es que pese a no inventar nada
nuevo todo lo que hace lo hace bien, y ese conjunto de pequeños aciertos la
terminan convirtiendo en una gran película. ¿Suficiente? No para mí. Y dudo que
si no fuese por la necesidad de resaltar en esta ceremonia algún título
dirigido por una mujer (como ya vaticinó en su momento Spielberg) hubiese
tenido tanta repercusión. Pero las cosas son como son y no siempre se valoran por
su calidad.
El
peligro ahora es que la balanza se incline hacia el lado contrario, y la visión
feminista que impregna a este film invite a valorarla menos de lo que merece.
No es la mejor película del año, pero es una muy buena película. Y como tal
quiero destacarla.
Porque
a veces, lo bonito es hablar solo de cine. Y Greta Gerwig ha demostrado saber
bastante de ello. Incluso puede que más que como actriz, que es teóricamente lo
suyo.
Valoración:
Siete sobre diez.
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