En los últimos tiempos el neozelandés Taika Waititi se ha convertido en un personaje imprescindible en Hollywood. Tras romper esquemas con la hilarante Lo que hacemos en las sombras, romper taquillas con Thor Raknarok y colarse entre los directores elegidos para la serie del momento: El mandaloriano (y nada menos que para el último episodio de la temporada), su última película lejos de las superproducciones marca Disney le ha brindado el las puertas mismas del cielo.
Cierto es que Jojo Rabbit tiene ese humor tan peculiar suyo que no será del agrado de todos, y te obliga a que te impliques en la película para poder acceder a su mundo, pero si se consigue entrar en ella, el resultado será u viaje maravilloso, tan divertido y sensible como descarnado por momentos.
No es fácil mezclar temas tan delicados como el nazismo con el humor, y aunque Roberto Benigni tuvo mucho éxito con La vida es bella (película que aborrezco), la apuesta de Waititi es más arriesgada si cabe.
En los estertores de la guerra, un niño más obsesionado por la ideología nazi que el propio Ben Solo (incluso tiene al mismísimo Adolf Hitler como amigo imaginario) descubre que su propia madre es una traidora a la patria y da cobijo en su casa a una joven judía.
A partir de la relación entre el niño y la joven los dos mundos se irán acercando entre ellos mientras el absurdo impera a su alrededor, un humor plagado de grandes diálogos y un brillante toque de slapstick muy bien medido.
Así, Jojo Rabbit es una gran comedia, de sonrisa constante y varias carcajadas, hasta que, en un momento dado, nos obliga a despertar de este bonito sueño de ver a Hitler gimoteando por no conseguir nuestra atención y nos recuerda lo que está sucediendo en realidad, golpeando nuestros corazones y provocando alguna lágrima inesperada para, como un suplo de esperanza, invitarnos a una última remontada.
Con un impresionante y enternecedor Roman Griffin Davis secundada por una no menos eficaz Thomasin McKenzie, la película se nutre además de interpretaciones maravillosas como las de Scarlett Johansson y Sam Rockwell y cameos varios (por ahí andan Rebel Wilson, Alfie Allen, Stephen Merchant y el propio Waititi), convirtiendo la película en una gran fiesta tan inteligente como irreverente.
Valoración: Ocho sobre diez.
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