Con la imparable ola de cine de superhéroes arrasando en taquilla, parece que todo el mundo quiere conseguir su porción del pastel, siempre que Marvel se lo permita. Para ello hay dos caminos: seguir las normas establecidas o apostar por algo diferente.
Samaritan opta por lo segundo, distanciándose de los uniformes
coloridos y la épica rimbombante para presentarnos una historia del bien
enfrentado al mal vista desde los suburbios, a pie de calle.
Para
ello, nos presenta a un veterano basurero que oculta un pasado superheroico que
pretende esconderse entre la gente y enterrar su pasado, pero una banda de
matones del tres al cuarto se lo impedirán. Con tal planteamiento, ya pueden
ustedes imaginar que no van a haber grandes explosiones ni combates aéreos, más
cuando el espectador siente que se ha perdido la mayor parte de la historia
para encontrarse ante un epílogo de algo que nunca ha existido.
Ya
he dicho que la película no se apoya en los tópicos propios del género, pero
ello no significa que no utilice muchos otros, siendo básicamente un film de
vengador callejero de cualquier film de videoclub de los ochenta. Además, la
relación entre el protagonista y un niño que vive solo con su madre recuerda
mucho al de El último gran héroe, y
el tono sucio y callejero de la fotografía nos remite a cosillas como Chronical. Por último, toda la gracia
gira en torno a un quiero argumental que, al menos en mi caso, se ve venir
desde lejos.
Con
todo, la película funciona bastante bien, con un Stallone llevando casi todo el
peso del film a sus espaldas (con permiso de Javon 'Wanna' Walton, todo un
experto en adaptaciones comiqueras tras su paso por The Umbrella Academy y Utopia)
y sacándose la espinita de poder entrar en el club de los supermachos, tras el
fiasco que supuso su Juez Dreed y sus
cameos en Guardianes de la Galaxia, Vol.2 o El Escuadrón Suicida (este
último solo mediante su voz).
Samaritan es, pues, una película de bajo corte que se ve con
ligereza, algo necesitada de más espectacularidad y, por ende, presupuesto,
pero que no aburre en ningún momento y sirve como contrapartida a las
propuestas más lujosas de las dos grandes compañías comiqueras. Un
entretenimiento que evoca a otra época y aspira a dotar de un tono crepuscular
a los nuevos dioses que nos protegen.
Valoración:
Seis sobre diez.
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