Cuando hace apenas un año se estrenó en Disney+ Solo asesinatos en el edificio, casi de tapadillo, esta resultó una de las sorpresas del verano.
Aunque
a priori parecía una de esas propuestas que deberían quedar en una sola
temporada, el final ya invitaba a esperar a una segunda tanda de episodios que
se han recibido como agua de mayo. Y es que si bien se ha perdido el factor
sorpresa, la segunda temporada de Solo asesinatos en el edificio consigue superar en casi todo a la primera, en
especial en el desarrollo bien hilvanado de una trama de asesinato que se
convierte en un verdadero deleite.
Uno
de los secretos del éxito cabe encontrarlo en su trío protagonista, unos Martin
Short, Steven Martin y Serena Gomez que consiguen, en apenas un puñado de capítulos,
que ya los sintamos como de la familia. En esta emporada, en la que conocemos
mucho más sobre sus intimidades, esa relación entre personajes y espectadores
no hace más que crecer, eclipsando, a cambio, al resto de personajes. Y eso que
los directores se esfuerzan por darles su momento a casi todos ellos (algunos,
como el personaje de Christine Ko, que se terminan por descomponer), de manera
que las nuevas incorporaciones, por estimulantes que puedan parecer (Amy
Schumer o Clara Delevigne, sin ir más lejos), no pueden brillar como se
merecen, pero poco importa, ya que la luz que desprenden los tres protagonistas
es suficiente para iluminarlo todo.
Lo
mismo sucede con el guion. Ya he adelantado que, a nivel argumental, las tramas
están mejor hiladas que en la primera temporada, pero hay que reconocer que hay
que hacer un esfuerzo bastante grande para creerse algo de todo lo que sucede en
pantalla. Pero tampoco eso es un inconveniente, ya que solo con los cliffhangers que te dejan ojiplático
tras la conclusión de cada episodio (maldiciendo a Disney+ por estrenarla con carácter semanal) ya basta para que
estemos devorando la serie sin compasión.
No
quiero rendir una pleitesía ciega al programa, y también hay alguna cosilla que
me chirrió, como el desenlace final, algo estúpido y forzado, pero poco importa
a cambio de lo bien que consiguen hacérnoslo pasar durante diez episodios del
todo insuficientes y que saber medir muy bien la mezcla entre comedia e
intriga, alcanzando el culmen en una especie epílogo que no solo sirve para
anunciar las intenciones de continuar otra emporada más sino que presenta su
última sorpresa en forma de cameo fantástico (que, parece ser, será personaje recurrente
en esa nueva temporada).
En
fin, diversión con mayúsculas, con episodios que enganchan, diálogos ágiles y
que mejora todo lo bueno que ya había hasta ahora. Queda preguntarnos por el
futuro, pero con el cambio de rumbo que se insinúa (al menos con el hecho de
sacar la acción del edificio), parece que tienen las cosas bien pensadas.
Esperaremos
con ganas…
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