Mientras todo el mundo continúa hablando sobre El juego del calamar, parece mentira que una de las series más interesantes de la temporada no provenga de Netflix ni de HBO. Técnicamente, no dondequiera es producción de Disney+.
No,
Solo asesinatos en el edificio, pese a estar disponible en Disney+,
es una producción de Hulu que se puede ver a través de Star y es,
realmente, una de las series más disfrutables que podemos encontrar ahora mismo
en las plataformas.
Si
recordamos comedias clásicas como ¡Tres amigos!, El padre de la novia
o Vuelve el padre de la novia nos encontraremos a dos actores
míticos a la par que amigos que no habían vuelto coincidir desde 1995, aparte
de un especial honorífico de Netflix de 2018. Me refiero a Steve Martín
y Martín Short, dos clásicos de los escenarios que se han reencontrado gracias
a esta serie creada por el primero, junto a John Hoffman, y que ambos producen
junto a la tercera en discordia.
Para
completar el equipo de estos dos veteranos (en cierto modo me vino a la mente
la pareja Michael Douglas / Alan Arkin de El método Kominsky) tenemos a
Selena Gómez, cada vez más cerca de ser una actriz de verdad y no sólo un
producto más de la cantera Disney. Juntos componen una divertida aventura
detectivesca con giros sorprendentes y apariciones inesperadas que enriquecen
mucho la función.
Con
un acertado equilibrio entre la intriga y el humor, la serie consigue además
hacer de Nueva York un personaje más, mérito especial cuando la realidad es que
casi toda la acción transcurre en el interior de un edificio. Es por eso que
hay momentos en los que esta fábula a lo Agatha Christie recuerda al cine de
Woody Allen, quizá ayudado por el hecho de que Gómez ha sido una de sus musasmás recientes.
Solo asesinatos en el edificio juega a los detectives, modernizando el cásico Cluedo para mezclarlo con el mundo de
los podcasters (mucho más
profesionalizado y lucrativo en los USA que en España), jugando con los
contrastes generacionales de sus protagonistas y abrazando una nostalgia amable
y para nada forzada. Lo hace, además, con una puesta en escena arriesgada y
valiente, con un metalenguaje que permite convertir las reflexiones de uno de
los protagonistas en un casting de Broadway o realizar todo un episodio
completamente sin diálogos siguiendo los pasos de uno de sus secundarios sordo.
Así,
Solo asesinatos en el edificio logra
sorprender jugando con precisión unas cartas que, en la distancia, podría parecer
que se sostiene sobre unas bases muy tópicas, pero que a medida que avanzan los
episodios y nos dejamos seducir por sus personajes, va creciendo hasta alcanzar
grandes cotas de satisfacción.
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