domingo, 5 de septiembre de 2021

Visto en Netflix: EL MÉTODO KOMINSKY T3

Debo confesar que cuando me enteré de que Alan Arkin desaparecía de la ecuación en la tercera temporada de El método Kominsky no pude evitar fruncir el ceño y esperarme lo peor. Al fin y al cabo, la serie hasta ahora no versaba solo de un actor veterano y su academia de interpretación,  sino que se centraba más en la relación de amistad entre dos personas (el actor y un agente retirado) y su manera de enfrentarse a la vejez, siendo esta una comedia muy otoñal tan sensible cómo cínica.

Sin embargo, pese a la ausencia de este gran actor, dejando todo el peso en las capaces espaldas de Michael Douglas, el programa no solo ha mantenido el nivel, sino que posiblemente vaya a despedirse con la que ha sido su temporada más redonda.

Esto se debe, sobre todo, a que la ausencia del personaje de Norman Newlander no implica que su espíritu haya desaparecido también. Todo lo contrario. Tras conocer su fallecimiento en el primer episodio, Sandy Kominsky deberá enfrentarse no solo al dolor por la pérdida y a su propia soledad sino también a los problemas que su marcha le acarrea, principalmente por ser uno de sus herederos aparte de haber sido designado albacea de la parte correspondiente a su descarrilada hija e insufrible nieto.

Continúan tramas herederas de la sesión anterior, por supuesto, tales como su deseo por conseguir dar un buen futuro a sus estudiantes o la relación sentimental entre su hija Mindy con un hombre mucho mayor, planes de boda incluidos, lo que permite un divertido ejercicio de metalenguaje con la incorporación al elenco de Katherine Turner, la que fuese interés romántico de Douglas en Tras el Corazón Verde y La joya del Nilo para enfrentarse a él  en un divorcio que podría haber sido el de los propios Kominsky en La guerra de los Rose, hace ya la friolera de treinta y dos años, demostrando además, si se me permite el comentario, que el tiempo no trata a todos por igual.

Siento tristeza por tener que despedirme de El método Kominsky en tan buen momento, pero también me alegro de que haya sabido escapar del temible estiramiento de chicle de otras ficciones. Con un desenlace emotivo y a la altura de las circunstancias, El método Kominsky se marcha en todo lo alto, dejando a su protagonista donde se merece, y aunque me habría gustado saber más del futuro (a todas luces desastroso) del personaje encarnado por Haley Joel Osment, no puedo más que aplaudir este cierre y confiar en que Chuck Lorre vuelva a dar en la tecla con su siguiente invento. Estaré expectante.

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