lunes, 27 de septiembre de 2021

Visto en Netflix: LUCIFER. T6

La serie de Lucifer, inspirada en una colección de cómics de la línea Vértigo, ha sufrido un camino tan tortuoso como el de su propio protagonista. Tras un arranque más o menos sonado, cayó en el olvido e incluso la cancelación hasta que Netflix llegó a su rescate.  Tras cuatro temporadas, la plataforma de streaming le ofreció una nueva tanda de episodios, que nos llegó dividida en dos partes,  para luego, no conforme con ello, renovarla por una sexta.

Es esta sexta temporada un final definitivo a una serie que ha sabido crecer y reinventarse conforme lo hacía.  De ser un divertido pero ligero procedimental que no terminaba de aprovechar la riqueza de una historia sobre las vicisitudes del demonio que, cansado de reinar en el inframundo, se escapa a Los Ángeles donde termina siendo asesor de la policía, ha sabido crecer hasta mantener una apuesta muy refrescante hacia el absurdo donde han tenido cabida desde episodio noir, musical o incluso de animación. 

Pese a que el ejercicio de comparar la serie con el comic de Neil Gaiman que adapta es bastante absurdo, lo cierto es que a partir de la quinta temporada asume una serie de riesgos que elevan el nivel de locura que esta sexta y última sesión mantiene,  con un Lucifer aspirando al puesto de Dios y un apocalipsis a la vuelta de la esquina. Pero si hay que detallar cuáles son los elementos que elevan la calidad de la trama, más allá de prescindir de ese carácter episódico (algo más o menos similar a lo que terminó sucediendo con IZombie), estos podrían resumirse en dos:

Por un lado, saber evolucionar al protagonista,  el egocéntrico y fiestero Lucifer Morningstar, que si bien quería evidenciar cierto cambio a lo largo de los episodios, en especial mediante su relación con la inspectora Chloe Decker, no acababa de verse reflejado en sus acciones.  Ahora, por fin, vemos a un nuevo Lucifer, siendo fácil apreciar las infinitas diferencias con aquel que comenzó la serie.

Por otro lado, da la sensación de que se haya cierto más coral, sin que todo gire única y exclusivamente alrededor de propio Lucifer.  A lo largo de las seis temporadas hemos podido conocer y empatizar con toda una serie de secundarios que seguramente merecían más, y este final se lo ha dado, permitiéndonos despedir de cada uno de ellos,  incluso de uno tan nuevo y desconcertante cómo el de Rory.

Hablando directamente del final, y sin caer en el spoiler, soy consciente de que no va a ser del agrado de todo el mundo (como suele ocurrir con casi todos los finales de series más o menos exitosas), ya que da pie al debate sobre si es un final feliz o amargo, pero al menos hay que agradecerle que no haya buscado la solución más fácil, aparte de tomarse su tiempo en cerrar todas las tramas y dar los minutos necesarios a cada uno de esos secundarios de los que hablaba, ya sean la propia Chloe, Dan, Ella, Amenadiel, Linda, Mazikeen o Eva.

No es un final por todo lo alto en el sentido de la espectacularidad, como sí lo fue el final de la quinta temporada, pero es que aquí estaban más pendientes de preparar la despedida que de abrir más cajas de pandora, lo que por otro lado también es de agradecer.

En resumen, que nos despedimos de una serie que ha sabido mejorar con la ampliación de presupuesto y ambición que le proporcionó Netflix y que, más allá de las efectivas gracietas sobre los excesos de Lucifer nos deja una serie de personajes entrañables a los que echaremos de menos.

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