El subgénero de la caza humana no es algo novedoso. Desde clásicos como El malvado Zaroff hasta la reciente Punto Rojo, hay un sinfín de propuestas sobre seres humanos convertidos en presas en una cacería mortal y, normalmente, irracional. Habitualmente la excusa es una variante retorcida y cruel de un simple deporte, pero en otras es la venganza (lógica o no) la que mueve toda la acción.
Presas de caza, la película que nos ocupa ahora, es una propuesta
alemana sobre un grupo de hombres que deciden celebrar la despedida de soltero
de uno de ellos haciendo una ruta por las montañas germanas. Pero cuando
alguien empieza a dispararles desde la distancia, está claro que la aventura va
a tener poco de festiva.
Hay
que agradecer a la película que pase en un suspiro, con un ajustado metraje que
apenas alcanza la hora y media, con lo que la tensión y el ritmo constante
impide que el espectador tenga tiempo de aburrirse. Sin embargo, el peaje a
pagar es el de carecer de tiempo para desarrollar apenas los personajes, más
allá de jugar al melodrama entre dos de ellos que, a la postre, tampoco es que
tenga demasiado interés. Además, la figura que encarna el mal no solo se
justifica de manera algo ridícula (no todo lo relacionado con el #metoo ha de ser positivo), sino que
plantea una omnipresencia que puede llegar a rozar el ridículo, casi como si
las montañas de la Selva Negra fuesen un pañuelo y los personajes pudiesen
cruzarse aleatoriamente sin problemas.
Por
ello, el resultado no es más que otra pieza de disfrute rápido, como una
hamburguesa de su fast food
preferido, algo que se devora casi sin pensar y que se olvida al momento,
sirviendo para pasar un rato distraído pero poco más.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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