No voy a negar que es muy sencillo encontrar las virtudes de la nueva serie que está triunfando en Netflix, pues Nuevo sabor a cereza, la extraña y arriesgada propuesta de Nick Antosca y Lenore Zion a partir de una novela de Todd Grimson, es tan extraña, aterradora y adictiva que resulta difícil, de entrada, no quedar atrapado en sus redes.
Con
el Hollywood de los años noventa como telón de fondo, la serie sigue la
historia de Liza Nova (Rosa Zalazar), que tras filmar un impactante y
sorpresivo corto se encuentra ante la oportunidad de convertir su idea en una
película.
No
conviene desvelar mucho más de su argumento, pues los giros y las sorpresas son
claves en la producción, pero conviene destacar que el submundo creado por
Antosca y Zion abre las puertas a un sinfín de referencias cinematográficas que
harán las delicias de los más entendidos. Con claras reminiscencias a las
peores consecuencias del movimiento #metoo,
estamos ante el Hollywood de los Coen y De Palma, con ecos tan evidentes como
enfermizos del Cronenberg más retorcido y con cabida para homenajes tan
dispares como al añorado George Romero. Es, sin embargo, el toque surrealista e
incluso absurdo de David Linch el que ejerce de pegamento de la función, como
si el autor de Mulholand Drive o Carretera Perdida fuese un maestro de
ceremonias invisible pero omnipresente.
A
esto hay que añadir el desconcierto que generan los giros de un guion que, más
allá del tema de la venganza y el empoderamiento, no se sabe muy bien nunca
hacia dónde va.
Sin
embargo, partir de unos buenos elementos de base no siempre es garantía de
éxito, y Nuevo sabor a cereza es un
claro ejemplo. Sus ocho episodios se me antojan excesivos para lo que desea
contar (me habría encajado más un formato miniserie de apenas tres o cuatro
capítulos), y la necesidad de reinventarse en cada giro termina provocando un
agotamiento que deriva en una peligrosa indiferencia hacía lo que el destino
prepare a la protagonista (excelente Salazar, por cierto), más cuando
determinadas acciones restan dramatismo a las consecuencias del mismo.
No
puedo poner muchos ejemplos de detalles que han terminado por generar esta
apatía en mi por no caer en el spoiler, pero puedo poner como ejemplo el uso de
la casa donde vive la antagonista de la historia, al principio un lugar de
pesadilla que invita al desasosiego pero que según avanza la serie, por una
simple cuestión de abuso, se convierte casi en un chiste, con infinidad de
personajes entrando y saliendo de ella como Pedro por su casa, cual vodevil del
tres al cuarto.
No
me voy a quejar del final abierto o de los detalles que quedan sin explicar,
pues forman parte del juego, pero sí de ciertas decisiones relativamente
arriesgadas de guion que terminan por
caer en saco roto, desafiando aún más la paciencia del espectador.
En
resumen, una propuesta diferente, extraña y arriesgada, pero que en mi caso fue
de más a menos para rozar la desidia en su tramo final, obligando a ver los
últimos episodios más por completar la historia que por verdadera necesidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario