Entre los estrenos menos sonados de las últimas semanas en Netflix se encuentra La fiesta del más allá, una simpática película que da lo que promete pero tampoco se atreve a ir mucho más allá.
Cuenta
la historia de Cassie, una joven más preocupada de vivir en una continua fiesta
que en cuidar sus relaciones personales y preocuparse por su futuro a la que,
tras un accidente mortal, se le concede una segunda oportunidad para enmendar
sus errores.
Viendo
el poster de la película, con esos neones tan chillones dando forma a unas alas
celestiales nada convencionales, uno podría esperar algo más gamberro y
desmadrado. De hecho, el punto de partida me recordó vagamente a Feliz día de tu muerte, y pese a que no
esperaba ver por aquí asesinos en serie ni bucles temporales, si habría deseado
que se repitiese un poco el tono de aquella.
Sin
embargo, Stephen Herek, director casi de culto a finales de los ochenta y
principio de los noventa con títulos como Critters,
Las alucinantes aventuras de Bill y Ted,
Somos los mejores o Los tres mosqueteros, opta por un
enfoque demasiado convencional para salir del ostracismo televisivo en el que
había caído su carrera. Corriendo cero riesgos, La fiesta del más allá es todo
lo previsible y plana que puede llegar a ser, limitándose a mostrar una cara
simpática e inofensiva que bien podría haberse disfrazado de fábula navideña.
En
fin, caras monas, historia amable, mensaje moralista y algo de almíbar en un
producto cuyo ritmo es correcto y no llega a resultar cansina, unos mínimos con
los que hay que conformarse.
Valoración:
Cinco sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario