Llevaba tiempo con ganas de analizar un poco más a fondo la que se suponía iba a ser la película del verano (si me seguís, ya sabréis que yo me quedo con Free Guy), al menos según una parte de la crítica especializada, ya que si por lo que a taquilla respecta, nada parece hacerle sombra (hasta ver qué pasa con Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos) a F9 (de la que tengo pendiente hablar). Estoy hablando, por descontado, de El Escuadrón Suicida, de James Gunn.
Mucho
están machacando desde algunos medios de comunicación para hacernos creer que
estamos ante la película de superhéroes definitiva, la demostración de que se
podía hacer cine para adultos con material surgido de las viñetas y que en DC le estaban dando una bofetada en toda
la cara a Marvel y su estilo de hacer
cine carente de riesgos. Y aunque lo cierto es que la película me gustó
bastante, críticas tan desproporcionadas han terminado por agotarme hasta el
punto de tener que rebelarme en su contra, ya que desde luego no da para tanto
la cosa. Y si bien no me alegro de su fracaso en taquilla, si me demuestra que
a veces las cosas no ocurren por casualidad, por más que se puedan buscar
excusas como el estreno simultaneo en HBO
Max (para nada comparable a lo sucedido con Viuda Negra, pues ni HBO Max
está tan extendido como Disney+ ni la
película ha aparecido disponible en torrent
hasta ahora), la pandemia (como si F9 no
se hubiera estrenado en la misma época) y cosas así.
Se
ha definido a El Escuadrón Suicida
como una película adulta de superhéroes, como si las de Marvel no lo fueran. Para justificarlo, me gustaría preguntar a qué
corresponde la definición de adulto. ¿Vamos a retroceder en el tiempo hasta esa
época en la que el friki era el tipo de cuarenta años que vivía recluido en un
sótano en casa de sus padres, viviendo de los videojuegos y las pizzas a
domicilio y sin nada de vida social? Porque si hablamos de adultos de verdad,
¿quieren que les haga una lista e cuantos adultos conozco (y me refiero a
adultos de verdad, con los cincuenta y los sesenta ya superados) que han
disfrutado con todas y cada una de las películas de la saga Marvel y que, sin embargo, han
abandonado El Escuadrón Suicida a
media película? Porque no creo que a estas alturas definir algo como adulto se
limite a poner en los diálogos chistes de penes y a reventar cabezas y tripas a
cascoporro.
Recientemente
he tenido la oportunidad de ver la película por segunda vez, con la esperanza de
que un segundo visionado me hiciera ver las maravillas que otros han sabido
descubrir en ella, pero las sensaciones han sido exactamente las mismas. Un
poco de jajaja, otro tanto de jijiji y acción más o menos buena. Sí le
reconozco el desconcierto que produce el no saber (más o menos) quién va a
morir y quien no, sobre todo a raíz de ese arranque con un primer escuadrón
(recordad que esto va ya con spoilers) que es prácticamente una masacre, incluyendo a alguno de
los protagonistas de la primera entrega. Porque sí, por mucho que le han estado
dando vueltas y revirtiendo títulos, esto es claramente una secuela, nada de reboot
o reinvención. Pongo en duda, eso sí, el detalle del factor sorpresa
porque ya desde el principio me habría extrañado mucho que el personaje de
Idris Elba hubiese muerto, ya que es el que más mola (pese a ser un clon del de
Will Smith en la primera entrega, con motivación infantil incluida), lo del
Pacificador ya se sabía porque hay una serie ya confirmada sobre él y que
Harley Quinn no moría lo sabían hasta los más desconocedores del género. Así
que al final, teniendo en cuenta que el propio director había prometido muchas muertes,
pues sorpresas las justas. Eso sí, cada una de las muertes resulta impactante,
y ese es un mérito que no le puedo negar al señor Gunn.
Pero
El Escuadrón Suicida no tiene nada de
adulta. Su público objetivo es aquel que va justo en la línea de su
clasificación R, pero no por su
trasfondo ni profundidad, sino por las salvajadas que se muestran en pantalla (curioso
como a día de hoy seguimos pudiendo ver desmembramientos y amputaciones, pero
ni el transgresor de Gunn se atreve con el sexo). Es una película descerebrada
enfocada principalmente a un público descerebrado que va a aplaudir cada vez
que revienta una cabeza o destripan a alguien, algo más propio de las
producciones B que se pueden ver en el Festival
de Sitges que de una superproducción de Hollywood que, ¿de verdad ha
extrañado a alguien su batacazo en taquilla? Y ¡ojo! No me estoy metiendo con
la película, que lo de ser descerebrada, si es de manera consciente, no tiene
nada de malo, y ya he dicho por adelantado que yo disfruté mucho con ella. Mi crítica
es más bien hacia aquellos que se empeñan en ensalzarla como obra maestra,
queriendo ver en ella algo que no existe.
De
hecho, hay muy poco de original en la propuesta, pues Gunn no hace más que
copiarse a sí mismo y repetir la fórmula de Los Guardianes de la Galaxia pasándolos por un tono de incorrección política
que se asemeja bastante al de Deadpool,
aunque en mi opinión sin la misma gracia.
¿Y
por qué ha pasado esto? A mi modo de ver, por venganza. Simple y llanamente. Y
por querer demostrar el director que a él no le tose nadie y la tiene más larga
que los demás. Y es que para entender la existencia de una película tan poco
comercial pero con un presupuesto tan exagerado hay que fijarse en dos factores
determinantes en su creación: Primero, la condena y posterior expulsión de
James Gunn de Disney (conviene
diferenciar siempre, tal y como muy sabiamente ha hecho Scarlett Johansson en
su demanda, entre Marvel y Disney) por unos tweets del pasado que lo dejaron sin poder hacer Los Guardianes de la Galaxia, Volumen 3
(más tarde la situación se recondujo, pero eso ya es otra historia). Segundo,
la sucesión de fracasos que iba encadenando el Universo Compartido de DC, con sus dos pilares básicos, Batman y Superman,
defenestrados, sus actores principales repudiados y el rumbo a seguir
totalmente incierto. Era un momento en que ni siquiera la niña bonita de la compañía,
Harley Quinn, funcionaba en taquilla (lo cual no ha sido impedimento para que
fuese el único personaje impuesto a Gunn para esta película), con Wonder Woman y Aquaman como pequeñas balsas en pleno océano a las que aferrarse.
Me estoy refiriendo a una época en la que el futuro pasaba por cosillas como Shazam mientras en la acera de enfrente
hacían EndGame. Así que era el
momento idóneo para que la compañía diera un manotazo sobre la mesa, presumiera
de robarle a Disney uno de sus
autores estrella y le diera carta blanca para hacer lo que le viniera en gana.
Así,
James Gunn ha sabido aprovecharse de estos dos factores, vengándose de Disney haciendo una revisión de sus Guardianes de la Galaxia (hay que recordar
que, visto el pobre bagaje en comics que los personajes tenían en aquel
momento, Gunn prácticamente los construyó de la nada) pero poniendo todas las
salvajadas que habría sido imposible que le dejaran poner en Disney. Ha sido como lanzar un mensaje,
diciendo: «mirad, mojigatos, aquí tengo la libertad que nunca habría tenido con
vosotros». Esto ha propiciado momentos muy divertidos, pero también otros
pasados de vueltas que son fruto más del simple deseo de provocar por provocar
que de una serie de decisiones artísticas correctas. En resumen, que James Gunn
no ha hecho esta película porque ha querido, sino porque ha podido. Y en Warner, mientras tanto, posiblemente
nadie se ha atrevido a pasarse ni un solo día por el set de rodaje, no sea que
se fuesen a asustar, que bastante tienen ya con las versiones recortadas y
redirigidas de las películas de Zack Snyder y David Ayer como para tropezar por
tercera vez en la misma piedra.
Por
cierto, que estoy analizando si esto es realmente la película de superhéroes
adulta definitiva y eso me lleva a otra reflexión. ¿Es siquiera una película de
superhéroes? Y no ya solo porque los protagonistas sean antihéroes, lo que les
da el mismo derecho a entrar en la categoría que podría tener Venom, Punisher o Blade, sino al
hecho de que el cine de superhéroes (el «adulto» sobretodo) se debe a una
cierta época regida, forzosamente, a un punto de realismo. Y el despiporre del
villano final, esa estrella de mar gigante, puede que funcione en las viñetas,
pero en una película es de un ridículo superlativo. ¿Conocen la historia de los
calamares extraterrestres gigantes que aparecen al final del comic de Watchmen y que Zack Snyder eliminó en su
versión fílmica? Pues sigo creyendo que fue un gran acierto, y esta película me
lo demuestra. No todo vale, y el propio Gunn parecía entenderlo cuando humanizo
a Ego, el planeta viviente, para Los Guardianes de la Galaxia, Volumen 2, dándole el rostro de Kurt Russell y
limitándose la referencia comiquera a un breve pero glorioso plano del planeta
muy aislado. Pero claro, como ahora vale todo, ¿para qué cortarse?
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