Parece que nadie domina tan bien la comedia romántica juvenil como Netflix, y es por eso que hay que rebuscar en su catálogo para saber separar el polvo de la paja. Alguien como él no es que sea una maravilla, pero al menos consigue hacerse más soportable que la mayoría de producciones de este calado y que tiene además algo de denuncia social que, no nos engañemos, va a caer en saco roto.
Alguien como él nos presenta un personaje tan actual como la influencer de medio pelo, esa que es un
referente en su ambiente más cercano pero que todavía no juega en las grandes
ligas, aunque podría hacerlo de formar un lucrativo contrato publicitario.
Un
desengaño amoroso y una mala reacción por su parte, retransmitido en directo,
pueden truncar sus aspiraciones, pero también le ofrece una nueva oportunidad
gracias a una apuesta con una amiga: tomar como pupilo a uno de los «pringados»
del instituto y convertirlo en alguien popular. Pero con lo que no contaba
(¡Oh, sorpresa!) es con que se iban a terminar enamorando y que el secreto que
le oculta puede hacerlo estallar todo por los aires.
Con
Addison Rae interpretándose casi a sí misma (es una estrella de Tik Tok que prácticamente debuta en cine
con esta propuesta) y Tanner Buchanan (uno de los protagonistas de la célebre Cobra Kai) como pareja de baile, la película
sabe equilibrar bien el lado más empalagoso con el cómico, cayendo en tópicos
pero consiguiendo forzar las sonrisas pese a ello. Tiene incluso algún momento
tronchante, en especial los protagonizados por Matthew Lillard, actor que
curiosamente estuvo en una película de calado similar que se llamó,
precisamente, Alguien como tú, aunque
invirtiendo los roles.
Desconozco
si las intenciones del director Mark Waters con esta película era la de
concienciar a los jóvenes sobre los peligros de seguir ciegamente a ídolos
fugaces de las redes (en cuyo caso la elección de la actriz protagonista sería
cuanto menos curiosa), pero dudo mucho que las Dulceiras de la vida vayan a
aprender muchas lecciones valiosas de ver el film. Por ello, es mejor tomárselo
como un pasatiempo que se ve con mucho más agrado del que cabría esperar y que
deja un buen sabor de boca.
Valoración:
Seis sobre diez.
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