Desde hace algunos años, no sé si a raíz del #meeto, por ampliar la cuota de mercado o por una simple cuestión de moda, la proliferación de películas de protagonista femenina es constante. Me refiero, concretamente, a la traslación de películas clásicas a su versión femenina, como los casos de Cazafantasmas u Ocean's 8, o a la aparición de infinidad de títulos de un género tan tradicionalmente masculino como es el de la acción más descerebrada, un tipo de películas que, por cierto, estaba en horas bajas hasta que franquicias como Venganza o, sobre todo, John Wick, consiguieron revitalizar.
Son
muchas las películas que llegan, ya sea a la cartelera o a las
plataformas, con la pretensión de ser la nueva John Wick, aunque solo Atómica me parece estar a la
altura, teniendo como referentes muy
cercanos Centinela o Jolt.
Kate es la última que se sube al
carro, teniendo en Crash, veneno en la
sangre, con Jason Statham, su
principal fuente de inspiración. Kate
cuenta la historia de una asesina de sangre fría que tras una misión en la que
se ve implicada una niña pequeña como daño colateral empieza a plantearse sus
prioridades, empezando a cargar por primera vez con el peso de la culpa, algo
que podría recordar al punto de inflexión de la película Viuda Negra. Coincidiendo con ese momento de duda existencial, Kate es envenenada, teniendo apenas
veinticuatro horas para descubrir a su presunto asesino y, en el mejor de los
casos, vengarse.
Al
igual que sucedía con la Kate Beckinsale de Jolt,
es Mary Elizabeth Winstead quien más justifica el visionado de la película. La protagonista de Calle Cloverfield, 10 demuestra un compromiso total con el personaje
y luce estupendamente tanto como heroína de acción como en la faceta más
dramática, siendo el principal baluarte
de una película entretenida pero que no contiene ningún elemento diferenciador
que merezca ser recomendada por encima de otras. Pese a los intentos de director, Cedric Nicolas-Troyan, por aprovecharse de
los excesos luminosos de la ciudad de Tokio, tampoco es que estrenos hablando
de su tocayo Nicolas Winding Refn, y el uso del neón más disparatado no está a
la altura de Solo Dios perdona o The Neon Demon, por ejemplo.
Esto se traduce, al final, en una
película resultona pero que no escapa del estigma de «cine de tía dado leches»
y poco más, resultando intensa pero un tanto repetitiva y sin saber aprovechar
de todo el supuesto derroche de adrenalina y tensión que debería provocar en el
espectador la fatídica cuenta atrás a la que se ve sometida Kate, culpa de un
guion algo simple que nunca consigue ser efectivo en sus supuestos engaños, en
especial en lo referente al personaje que encarna Woody Harrelson.
Valoración:
Seis sobre diez.
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