Dirigida
por Adam Randall, Fauces de la noche es una extraña mezcla de terror, acción y comedia que nunca termina de
funcionar del todo, quizá precisamente por esa indecisión que impide que se
dirija claramente hacia algún lugar concreto.
Posiblemente el terror sea lo que menos interesa a su director, por más que el eje central de film sea el vampirismo. Estamos más bien ante un intento de dar una vuelta de tuerca a los mundos secretos y conspiratorios que proponía John Wick pero con chupasangres en lugar de asesinos, siendo el protagonista, Benny (interpretado correctamente por Jorge Lendeborg Jr.) quien sirve de conductor y principal implicación emocional del espectador, aunque su personaje parece un remiendo del de Jamie Foxx en Collateral.
Así,
la acción arranca con nuestro protagonista sustituyendo a su hermano como
chofer, llevando a dos atractivas jóvenes de una fiesta a otra sin sospechar de
que se trata de dos vampiras sedientas de sangre (aunque no tarda demasiado en
descubrirse la sorpresa) intentando una especie de golpe de estado en la sociedad
secreta orquestada por los vampiros. Esto indica que podríamos estar ante una
posible franquicia (insisto en las comparaciones con John Wick en este sentido), pero por desgracia a medida que la
acción avanza el interés por la película comienza a decaer, siendo sus escenas
de acción demasiado pobres para merecer seguir comparándola (aunque sea solo en
espíritu) con la trilogía (de momento) protagonizada por Keanu Reeves. Por
ello, es cuando abraza la comedia negra cuando mejor funciona la cosa, aunque en
eso también queda corta, poniéndose demasiado seria en su tramo final y
provocando más indiferencia que emoción. Es en Abierto hasta el amanecer, quizá, en quien debería haberse fijado
Randall para su propuesta. No es que la película llegue a aburrir, pero es
tremendamente fácil de olvidar una vez finalizado su visionado, dando la
sensación de que el director está más pendiente de gustarse a sí mismo, con
planos imaginativos pero artificiales, que de contar una historia redonda.
En
fin, otra muestra más de ambición desmedida que, sin ser mala, termina por
diluirse poco a poco.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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