Podría decirse que no hay nada más sencillo que valorar una película de
terror: si sorprende y asusta es un buen producto y si se confirma con
amontonar tópicos y los sustos se limitan a las típicas subidas de volumen pues
no cabe más que suspenderlas. Si a esto le sumamos que nos encontramos ante un
remake, y no de una peli de terror del montón sino de todo un clásico de los
80', pues la cosa parece más clara todavía.
¿O no?
El caso es que Poltergeist se
sitúa a medio camino, en una especie de ni fu ni fa, y cuyas referencias a la
anterior película no se sabe si pretenden ser homenajes o una burda repetición
de esquemas.
La película original data de 1982 y fue dirigida por Tobe Hoope, autor de La Matanza de Texas, y da la que -más
allá de su leyenda negra- existe también la rumorología de que fue el propio
Spielberg, oficialmente sólo productor, quién se encontraba tras las cámaras.
Gil Kenan, director de medio pelo
que se encarga de revisionar la historia, tiene de base varios aciertos, como
reunir un reparto de renombre que da cierto lustro al film, o utilizar planos
diurnos muy luminosos o incluso coloridos, como distanciandose consistentemente
de la clásica película de casas encantadas de ambientación lúgubre y oscura.
Además, Kenan va al grano con su narración, de apenas noventa minutos, sin
esperar demasiado a poner sus cartas sobre la mesa y descubriendo los secretos
que ocultaba la película del 82, como la revelación del cementerio bajo la
casa, a las primeras de cambio, dando por hecho que todo el mundo tiene como
referencia la primera versión y que no vale la pena tratar de engañar en vano
al espectador, aunque se habría agradecido algún cambio con respecto a la base
existente, más allá de que la televisión como punto de conexión entre el mundo
de los vivos y el de los muertos se extiende ahora también a tablets, móviles,
etc.
Poltergeist cuenta la historia de un
matrimonio y sus tres hijos que se trasladan a una nueva casa edificada sobre
un antiguo cementerio cuyas almas allí atrapadas utilizarán a la pequeña de la
familia para tratar de escapar de esa especie de purgatorio en el que se
encuentran. Sin arriesgar lo más mínimo ni profundizar demasiado en los
protagonistas (y eso que el matrimonio formado por Sam Rockwell y Rosemarie
DeWitt podría dar bastante juego), la película es un producto de consumo
rápido, tan entretenida como olvidable, que es tan breve que no llega a aburrir
pero incapaz de dejar huella en el espectador.
Puede parecer injusto caer en la tentación de comparar la película con la
apuesta de Hoope/Spielberg, pero es casi imposible valorar una sin recurrir a
la otra, pues Kenan se retroalimenta constantemente de ella recurriendo a los
elementos más icónicos (ahí están el payaso, el árbol de la ventana, el
concepto de "ir hacia la luz"...), mutando ligeramente algunos (la
mítica médium que interpretó Zelda
Rubinstein es ahora un Cazafantasmas de reality televisivo al que da vida Jared
Harris) que sin duda provocará una sonrisa nostálgica a los espectadores
veteranos pero que posiblemente sabrá a poco a los jóvenes que han crecido con
las Paranormal Activity de turno y no
sepan nada de la Carol Anne original, costándoles incluso conectar con los
momentos de humor del film, mucho más escasos, eso sí, que en la obra original.
Película, en fin, que no molesta y se puede ver con agrado, muy lejos del Poltergeist de Hoope pero que no llega a
insultar su recuerdo. Para pasar el rato, vamos.
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