Pierre
Morel es un buen artesano que, bajo el ala protectora de Luc Besson, había
dirigido hasta ahora las entretenidas y adrenalíticas Venganza
y Desde París con amor. Ahora,
alejado ya del productor y realizador galo, Morel busca su propio camino en
Hollywood con esta peripecia de intriga para mayor gracia de un fibrado Sean
Penn, también productor del film.
Caza al asesino es una entretenida cinta de acción donde Morel
pretende ser un poco menos extremado que en sus anteriores film presentándonos
al héroe de la cinta, Terrier (Penn) como un hombre con pies de barro, no ya
sólo por su pasado sino por su actual estado de salud.
Líder
de un grupo militar en el Congo con la
misión, entre otras, de proteger el hospital en el que trabaja como voluntaria
Annie (Jasmine Trinca), la mujer a la que ama, su realidad es bien distinta.
Contratados a través de un hombre llamado Felix (Javier Bardén), Terrier debe
asesinar a un ministro local por simple interés económico. Tras ello, Terrier
abandona el Congo y a la mujer de su vida para comenzar un camino de redención
en busca de un perdón que quizá no merezca.
Pero,
como suele ser habitual en estos casos, el pasado volverá a perseguirlo años
después y Terrier se verá envuelto en el centro de una conspiración que lo
llevará a Barcelona donde el triángulo con Félix y Annie será clave para
descubrir quién ha puesto precio a su cabeza.
Pese
a las interesantes escenas de acción, Caza
al asesino es algo menos dinámica que los anteriores títulos de Morel,
pretendiendo centrarse más en el dramatismo que rodea al personaje de Penn y
añadiendo incluso un toque de concienciación social que termina difuminándose
en la mezcla de géneros que resulta el film. Y esto es lo que condena a una
película con todos los ingredientes para ser un buen éxito y que naufraga entre
aguas turbulentas por culpa de una mala planificación, empezando por un Barden
demasiado acostumbrado últimamente a papeles caricaturescos, una Trinca que
supone lo peor de la película en cuanto a reparto se refiere y un timón que en
ningún momento sabe hacia donde se dirige. Casi se diría que Morel pretende
aspirar a demasiado y se queda en las puertas de todo.
Desde
un punto de vista patrio, sin embargo, la película ofrece un aliciente
especial, ya que las secuencias filmadas en Barcelona hacen lucir a la ciudad
condal como si de un personaje más se tratase, resaltando su belleza como pocas
veces se ha visto en pantalla grande (toma nota, Woody) y permitiendo a los
oriundos de la capital catalana sentirnos cómplices al acompañar a Penn por la
Plaza Real, la Rambla Catalunya o la ya clausurada plaza de toros de La
Monumental. ¡¡¡Incluso habrá quien podrá reconocer los bosques cercanos a Gavá
en lo que se supone es el Congo!!!
Con
todo, la película no aburre y se deja ver sin dificultad, lo cual es excusa
suficiente para ver a Sean Penn emulando a Lian Neeson y (a la vejez, viruelas)
convirtiéndose en un nuevo héroe de acción y disfrutar de la siempre
interesante (aunque breve) aparición de Idris Elba, aunque la excusa de las
ONG’s en el Congo desaprovechen la ocasión para incidir en el tema social en
África.
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