jueves, 28 de mayo de 2015

EL VIAJE MÁS LARGO (6d10)

Siendo esta una película basada en una obra de Nicholas Sparks no vamos a perder demasiado el tiempo en detallar sus intenciones, pues parece que sus aptitudes literarias (que no seré yo quien se las discuta) no pasan por ofrecer una gran variedad temática. Viejo conocido de los aficionados al cine por la ya clásica adaptación de El diario de Noa y las más recientes Querido John o Lo mejor de mí (que ha pasado fugazmente por las carteleras españolas este mismo mes), El viaje más largo contiene los tics más definitorios de Sparks, como son las historias paralelas intergeneracionales o la importancia del elemento narrativo literario, ya sea en forma de carta o de diario.
En esta ocasión, la historia versa sobre una estudiante de arte que conoce a un montador de toros que aspira a ser el mejor del mundo pese al accidente que le obligó a estar un año retirado, que durante la noche de su primera cita rescatan de un coche en llamas a un anciano con quien no tardará en conectar la muchacha, a la que, con la ayuda de toda una vida de correspondencia postal, narrará su propia historia de amor. Dos historias separadas en el tiempo que, como no podía ser de otra manera, terminarán teniendo conexiones propias e influyendo la una sobre la otra.
Es fácil adivinar que las brutales diferencia entre el refinado y cool mundo del arte y el vasto y violento del rodeo van a chocar entre sí, pero el director no quiere (o sabe) hace suficiente hincapié en ello (y eso que las más de dos horas de duración dan para esto y para mucho más) y se limita previsiblemente a cargar las tintas en los constantes acercamientos y distanciamientos amorosos y en buscar la lágrima fácil en los no pocos momentos dramáticos.
Sin arriesgar un ápice ni salirse un milímetro de las convicciones del género, uno de los secretos de la película radica en la buena química de sus protagonistas, una Britt Robertson salida de la serie La Cúpula a la que el inminente estreno de Tomorrowland puede convertir en nueva chica de moda (ya tiene, de hecho, un cierto aire a Jennifer Lawrence) y un novato Scott Eastwood buen heredero de la presencia y el carisma de papá Clint, a los que ensombrece, como no podía ser de otra manera, cada vez que comparten plano el gran Alan Alda.
El viaje más largo no pasará a la historia del cine, pero no puede negársele una gran sinceridad y transparencia al ofrecer lo que promete: romance algo empalagoso y ojos húmedos, aunque personalmente encuentro forzadamente facilona su resolución final y echo en falta algo de valentía al desaprovechar la oportunidad de indagar en el egoísmo implícito en el amor (representado en la figura de él en la historia actual y de ella en la del pasado) que escritor o guionista se quita de encima de un plumazo con un simple cambio de opinión de los personajes para nada habitual en el mundo real.
Pero no, eso no va sobre el mundo real. Se trata del mundo de Nicholas Sparks, y aquí las cosas funcionan de otra manera, más almibaradas de lo deseado.
Los incondicionales disfrutarán, se emocionan y llorarán. El resto pasará un rato entretenido y poco más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario