lunes, 4 de mayo de 2015

LOS VENGADORES: LA ERA DE ULTRÓN (8d10)

Había mucha expectativa ante la llegada de esta nueva película de la saga de Marvel. No era para menos. Los Vengadores (2012) de Joss Whedon rompió todos los pronósticos y batió auténticos récords de taquilla, ascendiendo al tercer puesto de las películas más taquilleras de la historia. Resultaba verdaderamente emocionante ver lo que iba a ser capaz de conseguir su secuela.
Sin embargo, habría que empezar señalando que Los Vengadores: la era de Ultrón no es para nada una secuela de aquel exitoso título, sino un episodio más en la titánica saga que Marvel está creando desde que debutara como productora propia con Iron man, creando una compleja historia río (de acuerdo que algunas de las películas tienen poca conexión con la trama de las gemas, pero alguna semillita hay siempre) que derivará, Dios mediante, en La guerra del Infinito. Así pues, Marvel y Whedon han planteado esta película como un escalón más hacia su meta, una oportunidad de aportar nuevos detalles sobre esas dichosas gemas y, de paso, analizar más en profundidad a algunos personajes que no tienen la posibilidad de desarrollarse en películas individuales, amén de presentar a algún que otro personaje (o concepto, como la mención de cierta nación) de cara al futuro.
A simple vista, sí podría parecernos esta Era de Ultrón una secuela al uso. De hecho, algunos medios torpes (mis amigos del CSI, ya sabéis, los Críticos Sesudos Intelectualoides), aseguran que Whedon se ha limitado a copiar el mismo esquema, con la simple fórmula de multiplicarlo todo sin criterio alguno. A esos opinadores (los mismos puristas que pueden rellenar páginas y páginas calibrando las diferencias entre un western épico o uno crepuscular sin constatar que en el fondo todos son tipos a caballo pegando tiros con escasas similitudes a sus homólogos reales) les diría que no tienen ni idea, y que un análisis más en profundidad revela las múltiples diferencias entre ambas películas. O quizá es cosa mía, que soy un purista de los comics…
Como sea, el propio Whedon debía ser consciente de lo imposible que sería contemplar esta película sin realizar comparaciones (tanto es así que tres son las referencias a as que se han de enfrentar estos Vengadores, más tarde lo analizaré con más calma) por lo que el mérito de haber construido una película tan extraordinaria es, a mi entender, más grande si cabe.
Ante todo, Los Vengadores: la era de Ultrón es una película entretenida, fresca y adrenalítica. Cuenta con grandes y épicos enfrentamientos y la acción no decae en ningún momento, desde ese prólogo tan “Bondiano” hasta la resolución final (escena intercréditos, que no postcréditos, incluida), pero además se toma el tiempo necesario para analizar la personalidad de sus protagonistas, reflexionar sobre las relaciones entre ellos y recordaros que, pese a sus inmensos poderes, no dejan de tener también grandes debilidades (eso de los héroes con pies de barro es toda una tradición para Marvel), consiguiendo aunar sin que rechine secuencias de gran trascendencia interna con grandes momentos de diversión.
Los que leéis habitualmente este blog ya sabéis que la acción desmedida, la destrucción sin más, termina por aburrirme. Ese final infinito de El hombre de Acero o la segunda mitad de Transformers 4 (las otras tres ya las tengo completamente olvidadas) son para mí un sinsentido digital en las que solo se destrozan cosas sin el más mínimo ápice de alma. Ya en Los Vengadores se veía mucha destrucción, pero con los interludios precisos para permitirnos coger aire. Y esa sensación de pausas entre combates, incluyendo el inmenso y épico combate final (sirva como ejemplo al conversación entre Ojo de Halcón y Wanda o la escena de Pietro), está más potenciada aún en esta película.
La era de Ultrón no es una película perfecta, como no lo es ninguna, y puede fallar allí donde acertaba Los Vengadores. En las inevitables comparaciones que mencionaba al principio resulta evidente que cuenta con la ventaja de no tener que justificar la presencia de cada uno de los protagonistas, que pese a haber sido ya presentados en anteriores películas necesitaban de un tiempo para conocerse entre ellos (cosa que el film de 2012 hacía ejemplarmente bien, por cierto), pero eso, que como positivo tiene que la acción arranca de inmediato sin perder tiempo en explicaciones innecesarias, provoca a su vez que los personajes nuevos queden algo desdibujados, que quizá falte algo más de tiempo para conocer mejor a Wanda y Pietro o que incluso el destino de personajes aparentemente secundarios como Strucker o Ulisses Klauer sean algo abruptos.
La era de Ultrón cuenta como, tras la disolución de SHIELD vista en Capitán América: Soldado de Invierno y Marvel: Agentes de SHIELD los Vengadores se dedican a buscar células ocultas de HYDRA y, de paso, recuperar el cetro de Loki, portador de una de las gemas del Infinito (de momento en cine ya hemos podido ver cuatro de las seis existentes). En estas, Tony Stark logra dar con la clave para finalizar un antiguo proyecto suyo, llamado Ultrón, consistente en la creación de Inteligencia Artificial. Ni que decir tiene que el asunto se le va de las manos y se va a liar parda con el tal Ultrón.
Sin perder el tiempo en introspecciones demasiado cargantes, La era de Ultrón, una película decididamente palomitera y espectacular, contiene elementos propios de films más reflexivos, como el apunte al complejo de Edipo (mucho más difuso que en el comic, donde la relación entre Ultrón y su creador original, Henry Pym –esto ha tenido que cambiar en la película porque el personaje de Pym no hace su aparición en el MCU hasta dentro de unos meses, en Ant-Man- es un conflicto paternofilial llevado a su máximo exponente), la pérdida de la inocencia o incluso una vuelta de tuerca a la fábula de la bella y la bestia. Todo tiene cabida en las más de dos horas y media que dura la película y que, aun pudiendo resultar por momentos agotadora, no aburre en ningún momento, gracias en buena medida a la inteligencia con la que Whedon reparte el tiempo entre sus protagonistas.
Más allá de sus valores propios como película, que dentro del género blockbuster roza la perfección, ya he comentado que el film iba a tener que sufrir tres grandes comparativas. La primera es con su propia antecesora, de la que sale airosa, aunque sin llegar a superarla. La segunda corresponde a la lucha que enfrenta a Marvel con su “distinguida competencia” por ser los dioses del Olimpo cinematográfico. Si gracias al Superman de Donner y al Batman de Burton  parecía que DC era la única editorial de comics de superhéroes con derecho a triunfar en taquilla la “nueva” Marvel no solo ha plantado cara a la DC “nolaniana” sino que, en mi parecer, la ha terminado por superar. No solo el titánico proyecto de hacer una especie de serie cinematográfica le está funcionando bien (incluso con productos a priori menos comerciales como Los guardianes de la Galaxia) sino que ha demostrado una cohesión y claridad de ideas de la que parecen carecer en la acera de enfrente. Se temía, por las palabras de Whedon hablando de una película más oscura (y vista la innegable calidad de la sobria Capitán América: el soldado de Invierno) que estos nuevos Vengadores se iban a acercar bastante a la oscuridad que desde que se impusiera en la trilogía del murciélago está marcando la nueva corriente superheróica, a juzgar por ese sombrío y totalmente carente de humor Hombre de Acero, y que se reflejaba en otras películas supuestamente palomiteras como Godzilla.
Pero no, Los Vengadores están a otra cosa, muy por encima de modas y corrientes, y si bien es verdad que están más serios y reflexivos que en la primera entrega esto corresponde más a una madurez en los personajes, a una conciencia de las consecuencias de sus propios actos, que a un cambio de orientación.
Cambian, podríamos decir, las maneras, pero no las formas, y mientras los debates internos y las relaciones afectivas van marcando el camino del futuro los chascarrillos se siguen sucediendo, recordando que el drama puede ir de la mano del humor siempre que se haga con el corazón. Puede que alguien quiera criticar el exceso de chistes en momentos de máxima tensión, pero no nos engañemos, esto es Marvel, y así han sido las cosas aquí desde aquella antológica portada de comic en la que el Capitán américa arreaba un puñetazo en la cara al mismísimo Hitler.
Whedon es perro viejo (pese a que apenas es un novato en esto del cine) y sabe que no necesita ni de la amarga trascendencia de Nolan ni del artificio colorista y explosivo de Michael Bay para crear una obra compleja pero sin complejos, épica pero dinámica, emotiva pero sin melodramas. Y es que hasta esto lo hace bien el director: emocionando y retorciéndonos el corazón cuando menos se espera, preparando el camino en una dirección para dar un repentino volantazo que, en medio de una narrativa que podría parecer tópica, retorcer e incluso burlarse de los convencionalismos para demostrar que es posible sorprender en una historia que todo el mundo sabe cómo debe concluir.
Y eso nos lleva a la tercera comparativa, quizá la que más pueda perder. Y es que si la carga dramática (amén de la semilla que se planta del distanciamiento entre Iron Man y el Capi y de la relación –o no relación, según lo queramos ver- sentimental que se vislumbra) viene dada sobre todo por esos misteriosos hermanos gemelos que actúan por venganza tras la muerte de sus padres (se les llama “mejorados”, ya que en cine la palabra mutante es propiedad de la Fox), es inevitable comparar al Pietro Maximoff que interpreta Aaron Taylor-Johnson con el Peter Maximoff al que dio vida Evan Peters en X-men: Días del futuro pasado. Efectivamente, ambos personajes son el mismo en el mundo del comic, pero el complicado entramado de los derechos legales  los ha desdoblado en cine aunque manteniendo sus poderes originales.  No hay duda de que el Maximoff de la película de Bryan Singer tenía una escena mucho más espectacular que todas las apariciones de Pietro en La era de Ultrón, pero también se podría decir que llegó a morir de éxito, pues finalizada dicha escena el chico desaparecía de pantalla para dejar el terreno libre “a los mayores”. Aquí el héroe luce mucho menos, pero mantiene su propia subtrama hasta el final, y es una apuesta ganadora afirmar que lo que acontece a los hermanos Maximoff marcará sin duda el futuro de la saga.
Conseguí con el visionado de esta película algo que hoy en día se me antoja casi imposible, ir a las salas sin apenas idea de lo que me esperaba, gracias en buena parte a un par de trailers muy bien confeccionados que no llegaban a desvelar casi nada de la trama y que incluso invitaba al engaño. Es por eso por lo que quiero mantenerme muy cauto con no desvelar nada más de lo que ya se ha machacado estos días en los medios de comunicación y me limitaré a mencionar la aparición de La Visión, otra apuesta de futuro para la franquicia y que compone el primero de los muchos secundarios de lujo que decoran esta gran película, una especie de fin de fiesta a lo grande para la Fase Dos de Marvel (queda Ant Man, pero por magnitud creo que será más bien un epílogo antes de adentrarnos en la tercera y definitiva fase) que nadie ha querido perderse (y los que no han podido estar son mencionados en uno de los muchos chistes antológicos del film), un espectáculo de luces y sonido donde la Santísima Trinidad siguen siendo Iron Man, Thor y el Capitán américa pero cuyos minutos están magníficamente bien repartidos y nos presenta sorpresas que a estas alturas de la historia ya no nos esperábamos de ciertos personajes, aunque quizá se eche algo en falta el protagonismo cómico que tenía Hulk (aquí mucho más Banner que nunca) en la primera película y que ha sido sustituido, como elemento sobre el que giran los mejores chistes, por el propio Mjolnir.
Quizá la peor noticia de la película sea la confirmación de que Whedon, agotado por el titánico esfuerzo de llevar a buen puerto tan magna producción, no estará a los mandos de la tercera aventura de los héroes más poderosos de la Tierra, aunque se espera que siga vinculado de alguna manera al MCU. Al menos sabemos que sus sustitutos, los hermanos Russo, son una buena garantía tras su Soldado de Invierno. Por eso el final de la película tiene un ligero tono a despedida, aunque quizá lo más glorioso de todo sea que, por muy espectacular que sea todo, por muy definitivas que parezcan las batallas, por muy colosal que sea la amenaza de Ultrón, esto no son sino los preparativos de lo que está por llegar. La película es casi una hoja de ruta codificada exclusivamente para los Marvel Zombies más fieles que marca las pautas que conducirán hasta el enfrentamiento definitivo contra cierto ser de tono violáceo. Siempre que primero logren sobrevivir a su propia guerra civil, claro.
Magnífica en todo su esplendor, sólo puedo concluir tal y como lo hace el Capi en la última escena (y si esto es un spoiler, después de esta parrafada, casi hasta me da igual), al grito de: “Vengadores…”
Fundido final.

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