Reconozco que existe cierta época de cine español que tengo bastante dejada
de lado y que hay toda una serie de clásicos que merecen ser recuperados con
carácter de urgencia. Por eso, cuando el otro día mi prima Susana me recomendó
encarecidamente este título de Narciso Ibáñez Serrador que siempre me ha picado
la curiosidad pero al que nunca encontraba tiempo para ella, decidí que era la
siguiente película a la que debía dedicar esta sesión semanal del Blog.
¿Quién puede matar a un
niño? significó la segunda y última aportación al mundo del cine como director
del hombre que sin embargo pasaría a la historia como creador televisivo, con
una historia extremadamente angustiante y aterradora, logrando transmitir una perfecta
sensación de ahogo y claustrofobia pese a transcurrir en los espacios abiertos
de una apacible (y ficticia) isla mediterránea.
Basada en la novela El juego de los
niños de Juan José Plans (aunque con ligeros pero acertados cambios en la
adaptación) Serrador, autor también del guion aunque firmado en su momento bajo
el pseudónimo de Luis Peñafiel, describe la epopeya de una pareja de turistas
(ella embarazada del que será el tercer hijo de ambos) que decide embarcarse
hacía la fatídica isla de Almanzora de la que el hombre guarda bellos recuerdos
de su infancia. Allí, sin embargo, les esperan calles vacías, bares abandonados
y un silencio sepulcral, aunque no tardarán en advertir la presencia de
diversos niños con terribles intenciones.
Como el propio autor reconoció en su momento, la película tiene claras
influencias del cine de Hitchcock, recordando también a otros títulos con niños
perversos como El pueblo de los malditos
y adelantándose en un par de años a la publicación del relato y posterior
adaptación cinematografía de Los chicos
del maíz, con las que guarda evidentes similitudes (quién sabe si Stephen
King había visto el film antes de escribir su historia), amén de que la música
de Waldo de los Ríos recuerda poderosamente al clásico de Polanski La semilla del diablo (con la que
comparte además el protagonismo de una mujer embarazada.
Tras un largo y desasosegante prólogo en el que vemos a modo de documental
diversos momentos de la historia donde se rebela el cruel sufrimiento de niños
indefensos, la historia se desarrolla con una estudiada lentitud, contando con
la complicidad del espectador (que va a descubrir antes que la pareja
protagonista que la muerte aguarda tras las blancas casas de pescadores de Almanzora),
creando una tensión latente que terminará por estallar en una oleada violenta y
sanguinaria y que derivará, en boca de uno de los propios supervivientes de la
masacre, en la pregunta a la que se refiere el título y que va a suponer el
quid de la cuestión.
La definitiva pérdida de la inocencia es reflejada por Serrador de manera
brillante en forma de un juego inocente, una simple diversión para los niños
que no dudan en disfrutar a carcajadas de cada cuchillada, cada vida adulta
arrebatada como implícita venganza de las penurias que la propia sociedad hace
pagar a los más desprotegidos.
Una de las grandes virtudes del guion de Serrador es la de no intentar
buscar una explicación racional a lo sucedido, algo que sí se apunta, aunque
levemente, en la novela. Con una ambigüedad que recuerda precisamente a la del
maestro de Maine, Serrador se limita a mostrar unos hechos, dejando a la
imaginación del espectador las causas e incluso las consecuencias, más aún tras
su desesperanzador y cruel final y tras habernos mostrado instantes antes una
de las secuencias más duras que recuerdo en una película, pese a no ser
necesariamente sangrienta (y me estoy refiriendo a lo que le acontece a la
pareja estando encerrados en un cuarto del hotel, no digo más).
En definitiva, una excelente muestra de cine de terror muchos años antes de
que el llamado "cine de género" se pudiera tan de moda en nuestro
país, aterrando y acongojando con truculenta escenas pero capaz de crear una
insoportable tensión con momentos de sutileza más movidos por lo que se sabe
que por lo que se ve.
Ignoro los motivos que llevaron a Narciso Ibáñez Serrador a abandonar el
cine por la televisión, pero revisando ¿Quién
puede matar a un niño? uno se da cuenta de la gran pérdida que supuso para
nuestra filmografía.
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