Han pasado las semanas y en Disney+ ya se encuentra completa la última serie Marvel que, podría ser, supone un nuevo escalón en esta convulsa Fase Cuatro del UCM. Casi coincidiendo con el estreno en cines de Dr. Strange en el multiverso de la locura, la serie de Caballero Luna, siendo –en cierto sentido- igual de complicada y confusa para los no iniciados, se encuentra casi en las antípodas, prescindiendo en gran parte del metraje de ese sentido del espectáculo que tan bien ha manejado Sam Raimi en la película para dar más profundidad a la psique del protagonista, jugando con esa personalidad múltiple que caracteriza al personaje y haciendo de Caballero Luna la propuesta más extraña y arriesgada de Marvel desde que echó a andar su Universo compartido con el Iron Man de Favreau.
Resulta
estimulante que a estas alturas todavía se pueda sentir un soplo de aire fresco
en una aventura superheroica, bien compensada con la presencia de dos actores de
primera categoría como son Oscar Isaac y Ethan Hawke, pero allí donde uno va a
ver sus méritos otro encontrará un defecto y es quizá la poca presencia del
Caballero Luna propiamente dicho, con su uniforme superheroico y escenas de
pura acción, lo que podría rechinar a más de uno.
Visto
lo visto, no está clara la implicación de este personaje con respecto al resto
de MCU, pues estamos ante la propuesta más independiente del estudio hasta
ahora, ni si está confirmada una segunda temporada (aunque parece ser que sí),
pero poco importa, ya que este compendio de seis episodios es suficiente para
sintetizar una historia a medio camino entre la épica y la mitología, donde se
han roto algunos tabúes y, después de disfrazar a los dioses de Asgard de
extraterrestres en el Thor de
Branagh, se abraza abiertamente la idea de que existen otras deidades (en este
caso las egipcias) para allanar el camino al panteón griego que está a punto de
desembarcar en Thor: love and thunder.
Estamos,
pues, ante una propuesta algo diferente, difícil de digerir para el espectador
más acostumbrado a la Marvel
palomitera, que demuestra esa intención de la productora por explorar nuevas
vías (sin abandonar del todo el camino establecido, desde luego) como ya se
intuyera en Eternals y Shang Chi. Es, además, la primera serie
hasta ahora que sirve como carta de presentación de un superhéroe inédito en el
universo compartido, lo que la hace más estimulante si cabe. Es un buen punto
de partida y propicia que, ya con las cartas sobre la mesa, uno se quede con
ganas de más Caballero Luna, abrazando, ahora sí, el manto del superhéroe del
que reniega en gran parte de estos seis primeros episodios.
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