Resulta
interesante adentrarse en esta película sin saber nada de ella, ya que el
visionado anterior de su tráiler podría no solo revelar demasiado (cosa
inevitable en la mayoría de avances de ahora) sino hacernos creer que la
película va por otros derroteros más fantasiosos o trepidantes.
Pese
a su buen (aunque mínimo) reparto y su lujosa ambientación, Ex_machina es en realidad una película
pequeñita, de esas en las que la originalidad de la idea y los recovecos de su
guion debe primar ante la calidad de sus efectos visuales y que, por ello, me
remiten a títulos recientes como The
Signal o Orígenes, por más que
argumentalmente no tenga nada en común con ellas.
De
hecho, ha sido definida como la EVA
americana (curioso que por una vez sean las cosas al revés de lo acostumbrado),
y algo de cierto puede haber, aunque la historia que nos ocupa ahora es mucho
más absorbente y compleja y no se pierde en derroteros melodramáticos como le
sucedía al título de Quique Maíllo.
Ex_Machina cuenta la historia de Caleb, un programador
informático anónimo y anodino (convincentemente interpretado por Domhnall
Gleeson) que gana un concurso organizado en su empresa cuyo premio consiste en
una semana de vacaciones en la lujosa casa que Nathan (el cada vez más de moda
Oscar Isaac), el dueño de la empresa y uno de los más importantes magnates informáticos
del mundo, tiene en un entorno espectacular, en el corazón de una zona montañosa
rodeada por frondosa vegetación y cascadas interminables. Todo este paraíso verde
contrasta con la fría sofisticación del interior (la gran parte de la edificación
se encuentra bajo tierra) donde Caleb descubre que el verdadero objeto de su
estancia allí consiste en descubrir los grandes avances que Nathan ha logrado
en el terreno de la inteligencia artificial y, mediante una serie de entrevistas
con el ser artificial de rasgos femeninos denominado Ava (la sueca Alicia
Vikander, a la que se vio recientemente en El
séptimo hijo) , llegar a concluir si el ingenio es capaz de pensar por sí
mismo en una versión algo tramposa del test de Turing.
Con
un arranque algo lento e incluso desconcertante, el espectador se ve atrapado,
como el propio Caleb, en un universo claustrofóbico y desconcertante, con más
preguntas que respuestas, y ante el desafío de enfrentarse a un ordenador en un
confuso juego de seducción donde realidad y ficción se pueden confundir con
facilidad y nada puede llegar a ser lo que parece a simple vista.
Es
en su segunda mitad cuando las piezas van tomando sentido y la película termina
de atraparnos por completo, resultando perturbadoramente cautivadora y
ofreciendo un nuevo punto de vista al, por otra parte, manido tema de la
inteligencia artificial.
Con
rasgos casi teatrales (solo hay cuatro personajes principales, los tres
mencionados y una sirvienta oriental que ni siquiera comparte el idioma de los
demás), Ex_machina plantea los
límites de la tecnología, imaginando el momento en que la inteligencia
artificial sea también sinónimo de los sentimientos artificiales preguntándose si, una vez aceptados esa
inteligencia y esos sentimientos, si deben seguir siendo considerados artificiales
o si tiene derecho la máquina a considerarlos como suyos propios.
Reflexiva
e inteligente, no creo tampoco que Alex Garland, el inventor de todo esto,
pretenda crear un profundo debate sobre los peligros de los avances
informáticos, sino más bien basarse en ellos para crear un divertimento muy
entretenido y sencillo, un puzle sobre personas solitarias en busca de un
reconocimiento personal y sentimental del que siempre han carecido. Garland
debuta aquí como director después de haber escrito la novela La playa y los guiones de, entre otras, 28 días después, Sunshine y Dreed) y lo
hace francamente bien, invitando a que lo tengamos muy en cuenta de cara al
futuro.
Alejándose
conscientemente de las obligadas leyes de la robótica de Asimov, Ex_Machina se labra su propio camino
consiguiendo una película casi redonda con una puesta en escena tan sencilla
que sorprende que llegue abarcar tanto.
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